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¿Democracia o autoritarismo? Algunas señales de alerta en México

Alma B. Navarro


La instauración: aferrándose a instrumentos democráticos


Aun cuando el concepto clásico de la democracia nos dice que es “el poder del pueblo para el pueblo” proveniente de los griegos, para este siglo XXI es una frase que en México facilitó el discurso político de la rudimentaria izquierda para tomar el poder a través del Ejecutivo Federal, en las últimas elecciones que le dieron la victoria a Andrés Manuel López Obrador, quien por fin pudo ver cristalizado su sueño de ser presidente de la república.


De tal forma que en exceso de uso de la frase de “el pueblo manda” y apoyándose con el retorno de ideas que inicialmente fueron plantadas en nuestro modelo democrático pero que no se les había dado la oportunidad de llevar a la práctica, como lo han sido las consultas públicas [validadas por un órgano autónomo como lo es el INE], y que específicamente se le dio vida a partir de la revocación de mandato, de la cual se le cuestionaron varias cosas, una de ellas el gasto público que generaría así como el hecho de que no incluyera mecanismos claros, en caso de un escenario de perdida de la confianza del pueblo. Así mismo se le cuestionó por principios metodológicos electorales ya que no se consideró una votación símil a la presidencial.

Si bien la revocación de mandato no tuvo mayor transcendencia que la del gasto público y la perdida de tiempo, hay que considerar su validez como un rasgo que pertenece a los regímenes democráticos que buscan acercarse hacia una consolidación.

Para México el camino no ha sido fácil, considerando los antecedentes autoritarios con los cuales se moldeó y desarrolló este sistema político con características más acercadas a regímenes no democráticos. Y es que, desde la última constitución aún vigente, la del 17, todavía no se puede decir que hemos transitado hacia la estabilidad democrática, dado que la carencia de elementos que garanticen una competencia electoral, sino más bien sólo se ha acentuado una cultura política que aunque en el pasado favorecía al PRI, muy parecido a la de un partido único, hoy sucede algo análogo con Morena, dado que a pesar de la existencia de diversos partidos políticos y fuerzas opuestas, la preferencia y alianzas con partidos satélites sobrecargan la balanza. Si bien no se trata de buscar culpables como a un partido vencedor, lo cierto es que una democracia instaurada en un sistema liberal como lo decía Sartori, prevalece la idea de las masas, aunque no necesariamente estas sepan lo que les conviene.

Me parece importante destacar que existe una imperiosa necesidad de la clase política del partido en el poder, así como de las oposiciones, en hacer uso de discursos con tintes nacionalistas, ya sean disfrazados de izquierda o de derecha [que en este caso es lo mismo], y con ello convencer a las mayorías desorganizadas. En este sentido la disminución de la democracia ó como lo han están llamando ahora la “erosión” sale a la luz a partir del uso de discursos populistas sin importar la base ideológica del grupo político que lo utiliza.

Ahora bien, se debe reconocer que independientemente de las bases ideológicas del partido político, una vez asumiendo y tomando posesión de los cargos públicos, tienen la obligación normativamente hablando de velar por los intereses para los que fueron elegidos.

Es ahí en donde se debe de empezar a evaluar, la forma en que el trabajo político de campaña se transfiere hacia la materialización de lo prometido y dejar de lado [al menos por un tiempo] las prácticas proselitistas típicas de las campañas. No obstante, en este periodo de gobierno, parecen haber olvidado todos los niveles que ocupan cargos públicos provenientes de cualquier partido, ya que siguen en la lucha populista de manera constante, no se trata sólo del proceso de la revocación, sino del discurso diario en el cual se abusa de la idea de que el pueblo manda, y lo que se observa en la práctica es que precisamente no trabaja el gobierno en la dirección y diseño del rumbo para una construcción de un Estado mejor, ya que los partidos políticos [todos] inmersos en la búsqueda de mayor aceptación a través de dotes del gasto público, se les ha olvidado atender áreas prioritarias como lo son la seguridad, creciendo la sensación de violencia y repercutiendo en prácticas tipo feudales donde la justicia se toma por su propia cuenta.

Por lo que si se ha aplicado de manera literal “el pueblo manda”, así es, manda porque no hay una dirección, que a pesar de la existencia de un plan sexenal tal como lo señala la constitución política de los estados unidos mexicanos en sus artículos 25 y 26, dónde se resalta la planeación democrática, este plan ha carecido de líneas estratégicas que pongan en marcha la búsqueda del bien común o “bienestar”, si bien se cumplió con algunas metas como la revocación de mandato, este acto no tiene una influencia directa en generar bienestar en términos económicos.

Aferrarse a prácticas provenientes de un régimen democrático para instaurar un gobierno con prácticas antidemocráticas o como se dice también que favorecen la erosión de la democracia, es retroceder en la evolución del Estado. Sin duda la mayor responsabilidad para México sigue estando en manos de los órganos autónomos, de los cuales siempre se ha dudado dicha autonomía debido a que los partidos políticos en el poder en turno [todos] se ha insinuado buscan tener participación en toda clase de sectores, incluso en donde tienen cero conocimientos.

En este sentido el desafío es mayor para las siguientes elecciones presidenciales en México, el primero será lograr unas elecciones legítimas para un órgano del cual se busca limitar su poder como organizador y segundo, cómo ya se sabe que la revocación de mandato únicamente sirvió para dos cosas, la primera para incrementar el gasto público y la segunda para elevar el ego del presidente en turno, no obstante la experiencia permitió conocer que es totalmente innecesario en México a menos de que se cuenten con otros mecanismos legales que deben acompañar la revocación en caso de que realmente pierda la aceptación popular, en ese sentido el segundo desafió será no caer en prácticas que pongan en riesgo la incipiente estabilidad política de México.

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