Pericles
Puros Cuentos “Abra don Flavio!!” “Ábranos, sabemos que está ahí adentro!!” Entre dramáticos toquidos en la reja. Don Flavio, adentro sentado enfrente de su eterno escritorio y recargado hacia la pared, corrige su posición y al mismo tiempo apaga su cigarro en el cenicero de metal. No solo sabiendo que lo venían a robar, sino también por quien. El taller de partes existía antes que nacieran los ladrones y Don Flavio antes que existiera el taller. En forma parsimoniosa y como queriendo retar al destino, don Flavio se levantó lentamente y una vez enderezado, le da la última mirada al cigarro que quedó a medias. Quiso oír a los perros de siempre ladrar, pero súbitamente recordó que los habían envenenado la noche anterior. Pensando en el olvido y saliendo de su oficina, don Flavio hace un disparo a quemarropa al primer bulto que ve en cuanto abre la reja. Ladrón uno cae sin protestar. Ladrón dos y tres no se ven por la obscuridad reinante al ir terminando lo terrenal del día festivo. Don Flavio se retira tan pronto como sus añejas piernas pueden y se esconde detrás del torno central. Después del momento eterno de la espera suicida se oye: “No sea necio don Flavio!!!” “Deje el arma, que solo queremos hablar con usted!!” dice ladrón dos, sin saber que nada más quedaban dos. Don Flavio vuelve a tirar directo a sabiendas que haciéndolo, era hombre muerto: “Mira Huicho, que me puedes platicar tú, si yo ya tenia este taller antes que tu mamá naciera “ “O qué, ahora me vas a decir que te vas a llevar las máquinas?” siguió retando. “Beto!!, Beto!!” súbitamente grita Huicho. Beto sin responder, muerto a la entrada. Don Flavio, aprovechando el silencio suspendido en el aire, retrocede hacia la parte trasera del taller, ya con el plan mental de desaparecerse. “Huicho!” casi susurrando dice ladrón tres “no se ve nada “. Las ondas sonoras no eran exactas, pero daban una aproximación. Por lo que ladrón dos y tres se reúnen en la oscuridad deambulando en el escenario del crimen. “¿Donde está el Beto?!?!”casi afirmando, pregunta Huicho al Gordo y ladrón tres. “No sé” responde el Gordo y culpa: “Por ahí se rajó y se fué” “Tenemos que encontrar a don Flavio” corta el Huicho. Y agrega la imperante razón: “Ya sabe quien soy” sonando acorralado. El Gordo, en un golpe de lucidez dice: “Mejor vamos por la caja fuerte y nos vamos, total, por ahí el ruco se muere del susto” por lo que se dirigen a la casita rodante a buscarla. Para entonces Don Flavio ya se arrepentía de haber apagado el transformador general al verse víctima de su propio plan. Totalmente a ciegas y buscando la vía de escape, cae estrepitosamente haciendo todo el ruido del mundo. La caída no solo lo llena de gasolina y aceite, sino también de miedo mortal. Por lo que se queda inmóvil en un mar de líquido volátil, en espera de la reacción criminal. Cerillo en mano los ladrones tratan de adivinar infructuosamente la combinación de la caja fuerte, que probó imposible de cargar. El ruido de los tambos y barriles, solo provocó que los perros vecinales se terminaran de despertar después del único balazo. En cuanto a los ladrones, ni se inmutaron en su frenesí de encontrar algo de valor. Don Flavio, doblemente ciego al perder sus anteojos al caerse, se desliza con dificultad hacia el transformador, arrastrando su pierna fracturada y en dolor. Huicho ordena: “Gordo!! arráncate por un cincel y martillo” El Gordo, sudando como Huicho, sale inmediatamente hacia el cuarto de herramientas y con la misma rapidez, regresa con los fierros y con menos cerillos. El martillo y el cincel, haciendo lo suyo, protestan sacando chispas por la fricción. Cuando afuera y de espaldas, otras chispas de la misma naturaleza pero más serias, salían del transformador cuando don Flavio final y dolorosamente lo trató de prender. Las chispas de adentro emitían calor y las de afuera multiplicaban el incendio. Incendio que empezó lento y con suficiente tiempo para que los ladrones terminaran de abrir la caja que dejó de ser fuerte. El Huicho y el Gordo solo encontraron un sobre cerrado dentro de la caja metálica, el cual abren sin titubear y creen leer lo escrito, con ayuda del último cerillo: “There’s not such a thing as great men, only great fools who believe in them” Firma (con lápiz). “F” Y en lo que se está extinguiendo la última fuente de luz controlada y se ven venir las maldiciones, la otra fuente, en descontrol total, provoca una explosión destruyendo todo a su paso. La onda expansiva mata inmediatamente al Gordo, al estrellarlo contra la caja de hierro, pero protege al Huicho que se encontraba del otro lado de la caja violada. Para cuando llegan los bomberos y autoridades, encuentran al Huicho inconsciente y lo demás en ruinas terminándose de extinguir. Ya en el hospital y rodeado de policías, el Huicho recobra su consciencia solo para ser interrogado en forma directa. “¿Qué hacías ahí?” dijo el detective sin emoción. “Comprando partes” responde igual de frío. “¿En día festivo?” con incredulidad policiaca. “¿Cuántos iban contigo?” siguió el interrogatorio. El Huicho no sabiendo si el Beto había huido o no, opta por hacerse el dormido como maniobra evasiva. Por lo que los detectives salen al pasillo y uno dice “ya cayó”. Y después de una pausa y como reflexionando termina: “pobre don Flavio, quedó como chicharrón” “si pero, el no sabe” dice el jefe como respondiendo y al mismo tiempo apuntando al cuarto del Huicho. FIN
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