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El chiste


Samuel Schmidt

Milan Kundera escribió La broma para burlarse del régimen totalitario que ahogaba a Checoslovaquia, un joven se atreve a burlarse de la narrativa política dominante que tenía estatus casi de evangelio y la burocracia se le lanza a la yugular para que quede claro que ningún chiste puede mofarse impunemente de los dictados del partido y la ideología, el perseguido no puede convencer a sus persecutores que el solamente hizo una broma.

George Orwell escribió Rebelión en la Granja para burlarse sobre el poder stalinista que oprimía a favor de la burocracia mientras declaraba y dictaba que había igualdad, el mérito de Kundera y Orwell es que su sarcasmo supera por mucho al stalinismo y la opresión local universalizándolas y se puede aplicar hoy a casi cualquier país que se reputa democrático, a final de cuentas quién en su sano juicio puede negar que “todos los cerdos son iguales, pero hay algunos más iguales que otros”.

Hay muchos chistes que inciden en la temática que abordan Kundera y Orwell, Lukes y Galnoor compilaron una colección de chistes en lo que se denominaba detrás de la cortina de hierro, para mostrarnos el movimiento de los chistes en esos países, el tema central es la protesta por la falta de libertad y algunos de esos chistes caben también en los países “democráticos”.

Esos chistes son una forma de resistencia social y cumplen un papel transgresor muy importante en la lucha por la libertad, pero en contraposición están los chistes racistas que buscan profundizar la opresión y cultivar y promover el odio.

Hace unos días una maestra en la Ciudad de México contó un chiste que aludía al holocausto judío en la segunda guerra mundial, fuera de ser un chiste de mal gusto, lo que hacía era trivializar el genocidio judío y la mayor tragedia mundial de nuestra era burlándose de las víctimas. Una alumna protestó por la agresión racista y el contenido de odio del chiste y la maestra paso a la defensiva ejerciendo su autoridad en el salón de clase, en lugar de disculparse y reconocer que había cometido un error muy serio, sostuvo como excusa que los chistes son para aligerar la clase y se lanzó contra la alumna a la que trató de descalificar.

Un buen chiste sirve para romper el hielo y predisponer a la audiencia para conectarse con el ponente, como medio didáctico sirve para romper la monotonía de la clase, especialmente de las de dos horas y en zoom, pero escoger un chiste racista cumple justamente el propósito contrario, crea tensión y exacerba los ánimos.

Los chistes por definición son destructivos y los chistes étnicos destruyen al grupo al que se le dirigen, estos chistes victimizan a las víctimas y en el caso de los chistes racistas el que cuenta el chiste se pone del lado del victimario.

Aunque no alcance a ver todo el zoom de la clase de la ahora ex maestra, no pareció haber una razón didáctica sino simplemente la intención de divertir mofándose de las víctimas del exterminio industrial de los nazis, la ex maestra debió haber pensado si un chiste es el mejor instrumento para abordar el holocausto y el intento nazi por conquistar el mundo, lo que costó 80 millones de vidas.

La maestra desperdició la oportunidad que le dio la alumna que protestó tal vez porque comparte el componente de odio que encubre el chiste; pudo haber explicado el holocausto poniendo el chiste en una dimensión didáctica, porque el chiste también sirve para liberar presión ante un suceso traumático de esa magnitud, pero dudo que supiera que en los campos de concentración se contaban chistes, cuya función era ser un mecanismo de resistencia.

La escuela reaccionó de la manera adecuada, despidió a la maestra porque una persona irresponsable y carente de criterio no debe tener lugar en un salón de clase y menos tener la capacidad de envenenar la mente de jóvenes estudiantes. Por desgracia, el incidente nos muestra que tan profunda y arraigada está la cultura del odio.

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