Xochitl Patricia Campos López
Aunque el Número Efectivo de Partidos (NEP) se establece entre 2.3 y 3.8 después de las elecciones del 2024, la realidad es que el faccionalismo al interior de Morena se presenta como evidencia más precisa de que el escenario de Partido Dominante o Hegemónico se cae a jirones de una forma veloz.
La realidad, y tal vez incapacidad, se ha puesto como obstáculo en los intentos de un neocorporativismo, afiliación y desarrollo de estructura organizativa. Bajo estas circunstancias se advierte complicado el escenario electoral inmediato.
En Morena se identifican personalismos como Ricardo Monreal, Adán Augusto López, Pedro Haces, Clara Brugada y otros que, en definitiva, van por su cuenta. Sus alianzas estatales ofrecen el desarrollo de estructuras partidistas regionales propias que romperán con la Cuarta Transformación y, particularmente, con Claudia Sheinbaum.
El diseño del presupuesto federal, los nombramientos de colaboradores, la herencia feuderalista y las políticas públicas comprometidas del sexenio pasado; impiden la autonomía del gobierno federal presente y le niegan influencia en el partido político Morena.
Los puros, progresistas y las izquierdas históricas son marginados en forma agresiva. La organización política de la Cuarta Transformación se vincula cada vez más con clientelismos extraños y nuevos, diseñados bajo una mezcla de electoralismo y populismo cada vez más identificados con el Podemos español; así les va a ir.
Probablemente el modelo tradicional del Partido de Masas ha quedado superado para las izquierdas nacionalistas latinoamericanas; empero, no se observa en el horizonte del gobierno mexicano una perspectiva de organización política que cultive los cuarenta millones de votos obtenidos por Claudia Sheinbaum.
Morena se perfila como una edición latinoamericana del francés “En Marcha”, incluso el estilo de gobernar en Sheinbaum también se asemeja con Macrón.
La huelga de manos caídas de los directivos del Partido Oficial también amarga la identidad de los fieles creyentes y hace inexplicable la tutela del capital electoral.
Mientras en Norteamérica las máquinas electorales partidistas se organizan y aparecen en cada elección, en el caso hispanoamericano los electores merecen una atención y organización permanente; sin embargo, en Morena nadie convoca. En las altas esferas políticas se habla de la organización con altos vuelos, pero, a nivel de piso, la brecha entre la base y quienes ocupan cargos de representación pública se amplia como la comparación entre el tipo de parque vehicular que ostentan legisladores y funcionarios públicos con los programas sociales en particular.
Las divisiones en la coalición morenista son reales, aunque su separación con el electorado también se hace presente. Morena y Sheinbaum deben conectar otra vez con la sociedad y en momentos como el actual donde Donald Trump ataca el país, convocar a la unidad nacional y partidista.
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