León Bendesky
Los bancos centrales son responsables del sistema monetario, de la gestión de la política monetaria, de la estabilidad de la moneda nacional, de conseguir una baja inflación y de aproximarse al pleno empleo de los recursos disponibles. El propósito es alcanzar en ese marco la estabilidad financiera. Pero el sistema capitalista es inestable por su misma naturaleza basada en el uso del dinero y del crédito. Así lo indica la existencia de ciclos económicos de distinta duración, periodos de estancamiento y expansión que suelen desembocar en crisis.
El Comité Federal del Mercado Abierto es la rama del Sistema de la Reserva Federal (Fed), el banco central de Estados Unidos, que establece la dirección de la política monetaria.
La fijación de la tasa de los fondos federales sirve de referencia en la compleja estructura de transacciones en los mercados financieros, o dicho de otro modo, los mercados de deudas y se usa para regular la oferta de dinero.
Por el papel predominante del dólar en las transacciones de deuda en el mundo, este mecanismo influye en el costo del crédito en otras economías y, también, en el tipo de cambio. La Fed tiene dos objetivos primordiales: crear las condiciones de alto nivel de empleo en la economía y sostener un nivel de inflación del orden de 2 por ciento a largo plazo. El Comité consideró en su reciente reunión del pasado 18 de septiembre, que la economía está en una buena situación y decidió rebajar la tasa de referencia en medio punto porcentual. Esto se denominó “recalibración”, luego de que dicha tasa se había mantenido por más de un año al nivel más alto registrado por más de dos décadas.
Durante la pandemia, entre finales de marzo de 2020 y finales de febrero de 2022 la tasa de referencia se redujo hasta 0.25 por ciento y luego subió de manera constante hasta llegar a un rango de 5.5 por ciento en junio de 2023 hasta su reciente reducción a 5 por ciento. En junio de 2022, la inflación alcanzó un pico de 9.1 por ciento anual y ese fue otro de los factores que incidieron de modo decisivo en la política monetaria. La discusión se situaba en los términos de cómo conducir la economía hacia una situación de estabilidad, lo que se denominó “aterrizaje suave”, librándose de una recesión. Ese es el marco en el que se da el giro actual.
El rango de rebaja de medio punto porcentual desató la polémica acerca de si la Fed preveía una posible caída de la tasa de crecimiento del producto y del empleo y, por ello, favorecía la rebaja del costo del crédito. Tal argumento fue negado amparándose en los datos y las tendencias favorables de la inflación y del empleo. De tal manera, entre las cuestiones que han quedado abiertas está la dirección en que la Fed conducirá las tasas de aquí en adelante y cómo y cuándo puede llegarse a la deseada estabilidad. Otra cosa distinta es la duración previsible de la misma.
El Banco de México adoptó una postura más conservadora que la Fed y durante su reunión del 26 de septiembre pasado consideró que el peso sigue mostrando una “marcada volatilidad” y que la actividad productiva “atraviesa por un periodo de debilidad en un contexto de elevada incertidumbre por factores externos e internos”, aunado a una desaceleración del empleo. En cuanto al comportamiento de los precios, consideró que “el panorama inflacionario aun amerita una postura restrictiva” y decidió reducir en un cuarto de punto porcentual el objetivo de la tasa de interés interbancaria de equilibrio (TIIE) a un nivel de 10.5 por ciento.
Ciertamente, el panorama económico y financiero en el país enfrenta condiciones de incertidumbre derivadas del cambio de gobierno, de las recientes reformas constitucionales en materia judicial y de la inseguridad pública. En materia presupuestal las condiciones serán más apretadas y las expectativas son de menor crecimiento productivo y de inflación por encima de las metas.
La diferencia en las tasas de interés en dólares y en pesos sigue favoreciendo a la inversión en deuda del gobierno, lo que conlleva, además de un alto costo, la entrada de dólares y la revaloración del tipo de cambio, más allá de las condiciones de la productividad y competitividad de la economía nacional. Las condiciones de alta tensión en el campo político mundial entrañan hoy altos riesgos para la estabilidad macroeconómica. En el campo interno, el legado del gobierno que acaba comprende fricciones en materia política, judicial y de seguridad, a las que se suma la presión presupuestal que puede restringir de modo relevante la gestión financiera de la próxima administración. En ese entorno las decisiones que se tomen en el banco central para conseguir cierta estabilidad financiera, junto con la gestión fiscal de Hacienda serán decisivas para el desenvolvimiento de la economía.
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