Diego Martín Velázquez Caballero
Aunque a Rusia no le congenia que su nación sea calificada como un oso por la razón de fuerza y agresividad que distingue a los úrsidos, también Norteamérica es un territorio de este tipo de mamíferos. El antiguo embajador de Estados Unidos en México Jeffrey Davidow desarrolló una obra textual donde su nación era significada como un oso y México como un puercoespín. Es decir, mientras a los rusos no les simpatiza que se les considere osos, los norteamericanos se reconocen como tales.
¿En qué pueden ser iguales Estados Unidos y Rusia? Probablemente en el expansionismo imperialista. En el uso de la fuerza para imponer sus criterios unilateralmente con sus vecinos. Davidow considera que México se equivoca en la forma de mirar a Estados Unidos, el nacionalismo mexicano es reaccionario, de allí la figura del puerco espín, pero ¿en verdad puede ser un oso amigo de un puercoespín?
La perspectiva de neutralidad que ha tratado de mantener México frente al conflicto Ruso-Ucraniano no ha gustado a nadie. El oso grizzli ha exigido, como siempre, que otros se adelanten en el conflicto para debilitar a sus enemigos aunque la situación constituya un suicidio.
Estados Unidos no quiere perder su hegemonía ni control mundial, pero su declive enfrenta en la situación Rusa-Ucrania el punto más álgido. El mundo postcovid representa una perspectiva donde el liberalismo económico y político no puede avanzar más, Samuel Huntington retorna para decirle a Norteamérica que es necesario volver a su origen dado que ha extraviado el proyecto de la modernidad y razón. La humanidad no está conforme con una identidad occidental que representa Estados Unidos, metástasis por todos lados, esclerosis disfrazada de consumismo y libertades equívocas. El expansionismo norteamericano es también responsable del declive democrático.
La consagración de la Iglesia Católica a Rusia significa un punto de acuerdo en las tendencias conservadoras globales. Las sociedades no occidentales han decidido tomar ciertos aspectos de la modernidad y rechazar otros, sobre todo los que implican costos económicos altos y desorden social. Aunque varios países se han sumado a las sanciones económicas que Estados Unidos y los organismos financieros globales bajo su control, han impuesto a Rusia; los estados centrales representativos de los pueblos no occidentales coinciden con Vladimir Putin en una obsesión antinorteamericana como no se había visto antes, ni siquiera en la época de la Guerra Fría o las invasiones en el Medio Oriente.
La salida de Inglaterra de la Unión Europea muestra la verdadera cara de la cultura anglosajona: el pragmatismo. El liberalismo no puede ser una cultura civilizatoria si no cumple con una tarea evangelizadora, a todas partes se ha presentado como una metodología del saqueo y abuso. El imperio norteamericano ha llegado a su fin porque está poniendo al género humano al borde de la extinción, así como al conjunto de la vida en el planeta. Si el cataclismo terrestre se presentara, los norteamericanos -como los anglosajones- saldrían para vivir en Marte o la Luna.
¿Debe el puercoespín confiar en el oso? No. ¿Es Ucrania el puercoespín de Rusia? No lo sabemos, pero debería ser puercoespín frente a Estados Unidos. ¿Qué pasara con tanto puercoespín?
En el caso de las volátiles alianzas geopolíticas, otros osos tienen comportamientos que redefinen sus lealtades.
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