Diego Martín Velázquez Caballero
No es la primera ocasión que un presidente de México trata de imitar el periodo gubernamental del Gral. Lázaro Cárdenas del Río. El evento inicial ocurrió con Luis Echeverría Álvarez -LITEMPO, agente de la CIA- que tenía la encomienda yanqui de sustituir a los liderazgos de izquierda en Latinoamérica. El Echeverrismo construyó una de las redes políticas más importantes en el sistema político mexicano, pero no se compara en nada al cardenismo. Ahora, López Obrador trata de realizar un esquema semejante al del nacionalismo revolucionario cardenista y se equivoca, tanto o más, que LEA. El gobernante fiel al estilo de gobernar cardenista, paradójicamente, ha sido Carlos Salinas de Gortari, sólo que con resultados adversos al revolucionario michoacano: el cardenismo es una de las ramas simbólicas de la Familia Revolucionaria, el salinismo fue expulsado del dominio tecnocrático y de las camarillas priistas.
No obstante, salinismo y cardenismo fueron equivalentes en desactivar los pivotes de riesgo para el sistema político mexicano y reestructurar las líneas de gobernabilidad, al menos durante su periodo sexenal. Ambos constituyen intentos formales de modernización en la historia contemporánea.
La crítica del presidente a las clases medias y a las universidades demuestran que, como LEA, es una estatua de sal que mira al pasado. Lo único que no se puede detener es el tiempo, pero el presidente -junto a los dinosaurios de siempre- se empeña en mantener la sociedad colonizada medieval que teme mirar a los ojos del futuro.
Los millones de mexicanos que votaron por su opción, consideraban que la lucha contra la corrupción y reconstruir al Estado Mexicano, eran las tareas principales de MORENA. Ni lo uno, ni lo otro. El propósito radica en reconstruir el modus vivendi y solventar el conservadurismo en todas partes. El Estado Mexicano tiene que responder a los retos de un mundo globalizado, digital, robotizado y espacial, que está a la vuelta de la esquina. ¿También habrá que enterrarse como se hizo con las pirámides? Los mexicanos podrán enfrentar la globalización cuando el cáncer de la corrupción se termine.
¿Por qué las universidades y las clases medias son enemigos en la retórica del presidente? ¿Por qué Carlos Salinas de Gortari es el archirrecontraenemigo del populismo mexicano? Claudio Lomnitz construye una hipótesis interesante respecto al antisemitismo sin judíos que el nacionalismo revolucionario contiene. Populistas y conservadores de la época porfirista, rechazaban -quizá con justificada razón- el papel desempeñado por los científicos y tecnócratas de la incipiente dictadura positivista. El científico (universitario, intelectual, académico, escolapio) era calificado de judío -arquetipo del mito demencial fascista- por los protagonistas de la dialéctica histórica mexicana y, como nadie quería modernizarse, se hizo una revolución. También Norteamérica estaba interesada en que la Revolución Mexicana estallara, según la investigación de Friederich Katz.
La universidad se constituyó como la caja de resonancia de la razón y la ciencia. En menos de 500 años, occidente alcanzó una hegemonía gracias a la liberalización que se desarrolló en los centros de educación superior. El tándem de la Ilustración y la modernidad se estructuró en las universidades que permitieron el paso del orden medieval a las sociedades modernas.
La razón se hizo autárquica, poiética, sistémica y referencial gracias a la instrucción, dominio de la técnica, libertad y diálogo que las universidades europeas construyeron como ruta hacia la modernización.
Esta es la razón por la que la Iglesia Católica, los monarcas y el Estado (a veces entendido como Ejército), tratan de controlarla y hacerla a su modo.
El pensamiento universitario puede trastornar el mundo, encontrar ese relativismo extremo que lleva al agnosticismo nihilista y también a provocar las revoluciones culturares que cambian la hegemonía de los valores.
Las instituciones de antiguo régimen observan en la Universidad a la Caja de Pandora, la escuela socrática que puede pervertir a las generaciones y romper el orden social. Así sucedió con la pérdida hegemónica de la Iglesia Católica en Europa.
La crítica señalada a la UNAM por el presidente de la República obedece a este tenor. La sociedad mexicana desprecia a sus jóvenes y universitarios. Izquierdas y derechas nunca estarán conformes con la universidad, son incapaces de responder al papel y naturaleza crítica de la institución.
Carlos Salinas de Gortari fue un universitario tecnócrata neoliberal que tomó en serio el liberalismo económico que el PAN sólo declamaba, pero también entendió la necesaria modernización económica que el liberalismo jurídico requería, lo llamó liberalismo social. Salinas es considerado el Plutarco Elías Calles del siglo XXI, aunque estaba llamado a ser el Mustafa Kemal Ataturk de la mexicanidad, la revolución silenciosa de los tecnócratas era el cambio de los jóvenes turcos para reconstruir una civilización.
Los objetivos de la revolución mexicana se fueron perdiendo conformé avanzó el civilismo político, el modus vivendi y el corporativismo. La degeneración política de México pudo detenerse durante el salinismo, pero el costo implicaba la integración a Norteamérica y el conjunto nacional no estuvo dispuesto a dar el siguiente paso. Lo que vino después fue una comedia neoliberal que disfrazó las inercias distorsionadoras y degenerativas de la cultura política mexicana para irradiar una corrupción y descomposición social que ha llevado al Estado Fallido.
Cárdenas y Salinas lograron corregir las trayectorias degenerativas del sistema político mexicano mediante la restructuración de la clase política y el sector militar de sus camarillas tan solo a un sexenio. Salinas y Cárdenas invitaron a los conservadores de la época al pacto modernizador, ambos -como Colosio-, fueron traicionados. La nomenklatura Caciques-Santa Sede-Estados Unidos se impuso para seguir colonizando México. Lázaro Cárdenas y Carlos Salinas de Gortari tenían diferente preparación, pero tenían en común la juventud en el poder y la férrea voluntad de modernizar al país. Nada que ver con la 4T.
Manuel Gómez Morin era un modernizador que dejó la oportunidad de ser cardenista por la falsa conciencia de pertenecer a grupos sociales distintos. El Gral. Cárdenas no perdió el tiempo analizando si los católicos algún día serán modernos. Los cardenistas hicieron su institución de educación superior, el noble Instituto Politécnico Nacional que tanto bien ha hecho a México. Sólo el tiempo comprobará si las propuestas escolares universitarias de la 4T tienen resultados parecidos. A las Normales y Docentes del cardenismo, el país les debe lo incalculable.
Gómez Morín y Cosío Villegas se quedaron con las ideas como armas para influir en los claustros medievales universitarios y generar una corriente como la que representó Carlos Salinas de Gortari cincuenta años después del cardenismo. Al final, Gómez Morín y Cárdenas tenían más coincidencias. Ojalá que el grito gomezmoriniano “México Existe”, sea escuchado por los hispanistas que siguen viendo al país como un bastardo (Carlos Sola Ayape) y que piensan la universidad como una comunidad del Opus Dei de un “grupo social” distinto.
Luis Paredes Moctezuma, nacionalista católico organizado, señaló que el mejor aliado del integralismo intransigente era AMLO. En efecto, las críticas a la clase media y las universidades son muestra de un conservadurismo revolucionario mexicano como el que Claudio Lomnitz señala. Franquistas, masones y caciques son felices con los gobiernos de la 4T. ¿México no tiene derecho a la modernidad? Los franquistas, masones y caciques, no aman a México; son extranjeros y matriarcales; pero el desarrollo del Estado nacional y su consolidación histórica es una tarea que lleva más tiempo que la transición democrática ¿Existen democracias sin territorio, ley y población? La relación entre el Estado y la democracia no es el dilema existencial del huevo y la gallina.
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