Diego Martín Velázquez Caballero
Aunque la diferencia entre Lula y Bolsonaro no es como la de 2006 entre izquierda y derecha en México, comienza a manifestarse una fractura importante en Brasil que toca a nuestro país y Latinoamérica. Aunque la victoria de la izquierda brasileña trata de introducirse en el saco de los populismos, esto no es así; resulta importante recordar las tecnologías y espacios de acción colectiva, incluso las acciones geopolíticas que el gigante de América Latina implementó como modelo esperanzador y distinto de lo que Heinz Dieterich proponía como el socialismo del siglo XXI.
Particularmente vale la pena recordar la tecnología de los presupuestos participativos y las ideas de los sociólogos Leonardo Avritzer y Boaventura Do Santos. La alternancia en el país donde se juega el futbol más bonito del mundo trae gratos recuerdos de los debates en el doctorado de historia y estudios regionales en el Instituto de Investigaciones Histórico-Sociales de la Universidad Veracruzana. ¿Es sociedad civil participativa, movimientos sociales que toman el poder, populismo o nuevo gobierno?
No lo sabemos, incluso cuando la influencia de la Teología de la Liberación también se delimita en las influencias de quién representa a uno de los líderes más importantes de la historia brasileña. Los gobiernos del Partido del Trabajo fueron exitosos por generar tecnologías de participación y acción colectiva distintos de un gobierno centralizado que pretende tener la razón en todo porque las buenas intenciones y condiciones éticas se encuentran de su lado. Existe también el lado negativo de la trayectoria del modelo participativo brasileño, la corrupción derivada del neoextractivismo y la economía mortal de las comodities que impulsaron varios gobiernos del continente para sobrevivir frente al mercado y el imperialismo yanqui.
El cambio en Brasil es un impacto en la condición geopolítica del continente, el descuido norteamericano ocasionará el desarrollo del BRIC y el Mercosur, para espanto de las derechas liberales y la ciencia política. Pensar desde el sur tiene sentido ahora más que nunca. Simón Bolivar nunca será como George Washington, así como la constitución mexicana de 1824 nunca servirá para un país como el nuestro porque aquí no hay gringos, hay mexicanos.
El triunfo de Luis Ignacio Lula Da Silva invita a reflexionar críticamente sobre la sociedad civil y adquirir el ánimo de construirla en serio, no mediante la farsa de los empresarios y religiosos conservadores que la secuestran. Y también, a pensar en estrategias geopolíticas para desarrollar una defensa frente a los Estados Unidos que cada vez se parecen más a los Aztecas que se encontró Hernán Cortés.
La mejor de las suertes al hermano sudamericano que influye tanto bien en Hispanoamérica.
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