Diario de un reportero
Miguel Molina
Es hora de empezar a pensar. Escribo estas líneas el miércoles veintidós de mayo: dentro de once días México tendrá que escoger entre más de lo mismo o más de lo de antes, para que todo siga siendo como ha sido últimamente o vuelva a ser lo que fue no hace mucho tiempo. He ahí el dilema. Pero a fin de cuentas uno vota por la esperanza en vez de votar con la experiencia, porque así funciona la opinión pública, y porque eso recomiendan los analistas serios y de los otros.
Muchos de esos analistas, algunos recientes, terminarán por desdecir lo que escribieron – no serán los primeros ni serán los últimos – porque los cambios de opinión y de partido no son de ahora, y a rey muerto rey puesto, y que siga la fiesta. Mañana dirán otra cosa, y dedicarán sus libros y sus columnas a los recién llegados. Y usarán los colores de quien gane, sin pensar qué pasa cuando los partidos terminan usando uniformes para diferenciarse de los otros.
Quienes quieren el poder no representan a ningún partido, aunque sean candidatos de alguno o algunos de ellos. Pueden representar a caudillos, o a facciones, o a intereses, pero no son como el resto de nosotros. Uno sale a la calle, busca sin encontrar un taxi, o se sube a un camión reguetonero, o camina
de aquí para allá hasta llegar a donde natura o menester lo inclina, como explicó Garcilaso. Ellos no.
Habría que ver qué piensan – si piensan – sobre la vida diaria. Habría que ver si pueden ofrecer al menos la esperanza de que se hará algo para ayudar al medio ambiente, para frenar la violencia que no han podido frenar los abrazos, para que haya medicinas en las farmacias y en los hospitales, para que ya no haya hoyos en las carreteras, para que la vida de todos sea mejor, para que pase lo que tarde o temprano tiene que pasar en un país que decide descubrirse a sí mismo.
Habrá que ver. Hasta ahora la cosa se ha ido en ver quién junta más gente, quién promete sin especificar que ahora sí todo será diferente, más diferente ahora que cuando comenzó a ser diferente de lo de antes, en ver quién promete más y mejor, hasta que la realidad se impone.
Hasta ahora parece haber sólo un candidato con cierta idea de lo que se necesita, y capital político para hacerlo. Nadie lo ha acusado de corrupción. La candidata oficial no ha podido aclarar los asuntos de las propiedades que se le atribuyen a ella o a sus familiares. El candidato de Movimiento Democrático ahí está para lo que se ofrezca.
Matar al mensajero
Eso lo hacían en otros tiempos. Ay de aquel que llevara malas noticias. Plutarco cuenta en una de sus Vidas Paralelas el caso de un mensajero a quien el rey Tigranes de Armenia mandó decapitar hace varios siglos porque le llevó malas noticias. Y uno lee lo que está pasando ahora. Es de no creerse.
El gobernador de Veracruz no es Tigranes, pero ya mostró su intención de castigar a don Arturo Castagne Couturier, quien ha estado revelando los secretos más oscuros de Rocío Nahle. El pretexto es ridículo, porque el ingeniero que ocupa el Palacio de Gobierno pretende relacionar a Castagne con la torre que afea el conjunto histórico de Veracruz, como si la empresa – sobre todo esa empresa – fuera un delito.
Pero nadie, ni el ingeniero gobernador ni la ingeniera candidata de Morena al gobierno del estado, ha respondido en serio a las acusaciones serias de Castagne, ni nadie ha investigado y tal vez no investigará si en verdad la señora Nahle es dueña de las casas y los terrenos que se le atribuyen. Sería tan fácil...
Desde el balcón
Uno mira el muro de árboles con una copa de malta bajo el cielo gris del miércoles, y sabe que todo ha valido la pena. Ahora nosotros somos buenos y ustedes malos, como los niños de Eliseo Diego. Desde la cima blanca de la mañana, todos, buenos y malos, nos hundimos en el fuego purísimo – ya espléndidos – y gritamos.
En algún lugar están los trescientos millones de pesos que encontró y perdió el ingeniero gobernador de Veracruz en algún lugar de la Fiscalía General del Estado. Quién sabe dónde están, a dónde fueron. Poco importa ya. Nadie sabe, nadie supo. Un cuervo se posa en una rama. Mira para todas partes, tiene un estremeciemiento, caga. Dentro de no mucho tiempo será jueves y la copa de malta será otra, la misma.
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