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Escándalo, vergüenza, olvido

Diario de un reportero


Miguel Molina


Uno

Primero fue el escándalo. Yasmín Esquivel Mossa quería ser presidenta de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, alentada por el presidente Andrés Manuel López Obrador.


No sé a qué se dedicaba Ulises Báez Gutiérrez, quien al parecer era o es litigante y vivía una vida anónima hasta el día de no hace mucho en que alguien leyó su tesis profesional y luego la de Esquivel Mossa, o viceversa, o a la vez, y descubrió que eran la misma cosa.


Como la tesis de Báez Gutiérrez se presentó hace treinta y siete años, y la de Esquivel Mossa un año después, todo indicaba – y sigue indicando – que alguien plagió a alguien, y era – y sigue siendo – lógico pensar que fue la señora quien copió el trabajo del señor.


Dos

Esos son los hechos del escándalo. Después vino la vergüenza. Esquivel Mossa se defendió con el argumento de que el plagiario fue Báez Gutiérrez, y la defendió el presidente con el argumento de que quienes hicieron pública la coincidencia – con mala o buena fe – son alcahuetes que han causado más daño a México que el asuntico ese del "error" en la tesis de la señora que quería ser presidenta de la Suprema Corte.


Otra vergüenza vino después, cuando el problema ético y académico – no por eso menos indecoroso – se convirtió en un asunto político. Uno puede pensar que esa era la intención, y así fue. Y luego hubo otras vergüenzas mayores y menores.

La primera de ellas fue la intervención de la Fiscalía de la Ciudad de México, que investigó un delito que no figura en el código penal de la capital mexicana. La otra fue que la maestra Martha Rodríguez Ortiz, quien dirigió la tesis de Esquivel Mossa y ahora es asesora de la Ministra, declaró que Báez Gutiérrez había reconocido ante un notario – cuyo nombre no se conoce – que él plagió la tesis de la aspirante a la Presidencia del Poder Judicial, pero el abogado nunca habló con ningún notario ni admitió nada.


Y tres

Y ahora viene el olvido. Dentro de algunas semanas, tal vez meses, pocos recordarán a Rodríguez Ortiz, que también asesoró la tesis de Báez Gutiérrez, y las de otros cuatrocientos noventa y ocho estudiantes de Derecho en cuarenta y cinco años, una por mes, sin darse cuenta de que al menos otros ocho de esos trabajos también eran más o menos iguales.


La investigación de la UNAM concluyó que hubo plagio y que la plagiaria fue Esquivel Mossa, aunque va a seguir investigando y analizará "la actuación y la observancia de los principios éticos universitarios de la asesora de ambas tesis".


Y no pasará nada. El nombre de Esquivel Mossa se perderá en la historia, el escándalo morirá de muerte natural, y la vergüenza – o al menos esta vergüenza – se irá al lugar donde van a dar las vergüenzas propias y ajenas. Y nos ocuparemos de otros asuntos.


La Suprema Corte tiene, por fin, una presidenta: Norma Piña, que tendrá que hacer frente a la andanada de ataques que no tardan. Según López Obrador, el Poder Judicial está infectado por una persistente corrupción de jueces y magistrados que sirven a los intereses creados e ignorar a los que menos tienen. Más lo que venga.


Desde el balcón

El cielo plomizo y el frío siguen ahí, del otro lado del ventanal. Cuando uno deja de teclear escucha el silencio atronador de los insectos, y la tos de algún vecino en el pasillo. No hay malta en este enero seco, sino agua y té inglés con leche y ratos con un libro sobre la historia de los colores.


Y falta todavía que pase todo este año...

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