Diario de un reportero
Miguel Molina
Carajo, que ganas de leer. Después de ver la carta en que el Parlamento Europeo se atrevió a pedir garantías para los periodistas mexicanos y expresaron su preocupación por las duras y sistemáticas críticas formuladas por las más altas autoridades del gobierno mexicano contra los periodistas y su labor durante las conferencias de prensa diarias, pensé que el asunto se olvidaría, como se han olvidado muchas otras cosas. Pero no.
Los eurodiputados pidieron al gobierno que se abstenga de publicar "cualquier comunicación que pueda estigmatizar a los defensores de los derechos humanos, los periodistas y los trabajadores de los medios, exacerbar el ambiente contra ellos o distorsionar sus líneas de investigación", y la cosa se puso color de hormiga.
El propio presidente escribió durante un vuelo un texto insultante, lleno de adjetivos, en el que pedía un alto a la corrupción, a las mentiras y las hipocresías (aunque no dijo de quién), calificó a los representantes de cuatrocientos millones de europeos de borregos que se suman a la "estrategia reaccionaria y golpista" de un grupo que se atreve a oponerse a su proyecto de nación, y advirtió en una prosa espesa y municipal que México ya no es colonia de nadie, aunque nadie lo hubiera dicho.
Me queda la curiosidad de leer la carta que el presidente López Obrador le va a mandar a la Alta Comisionada de la ONU para Derechos Humanos, Michelle Bachelet, que presentó la semana pasada su informe global al Consejo de Derechos Humanos, integrado por cuarenta y siete países para evaluar el respeto a los compromisos internacionales en la materia.
Entre otras cosas, Bachelet advirtió que el ejercicio libre del periodismo es indispensable para toda democracia saludable, y que en México se han registrado los asesinatos de varios periodistas (siete la semana pasada, ocho ahora, quién sabe cuántos mañana) en los primeros meses del año. "Lamentablemente", declaró Bachelet al buen entendedor, "en ocasiones las autoridades han contribuido al clima de miedo en el que trabajan denigrando a los periodistas y la relevancia de su labor de investigación".
Quién sabe qué insultos le van a caer encima a la Alta Comisionada de Derechos Humanos, quién sabe de qué la van a acusar, de qué movimiento reaccionario y neoliberal resultará cómplice, quién sabe cuántos gobernadores le van a reclamar quién sabe qué en quién sabe cuántas cartas pedestres. Pero ya va más de una semana y no se ha publicado nada en respuesta a las declaraciones de la señora, y el asunto está casi olvidado.
También quiero leer la carta que el presidente le va a escribir al secretario de Estado de Estados Unidos Anthony Blinken, quien se atrevió a expresar su preocupación por el elevado número de periodistas asesinados en el país, y se unió a quienes piden mayor responsabilidad y más protección para ellos. "Mi corazón está con los seres queridos de quienes dieron sus vidas por la verdad", declaró Blinken.
Yo esperaba que el presidente le pidiera al secretario de Estado que evolucionara, que dejara atrás su manía injerencista disfrazada de buenas intenciones, porque los Estados Unidos no son el gobierno mundial, como les dijo a los eurodiputados, en una carta igualmente fuerte aunque indigna de un jefe de gobierno o de lo que sea.
Hubo un tuitter y un monólogo en una mañanera, y la excusa de que los asesinatos de periodistas no son crímenes del Estado, como si eso disminuyera la gravedad del asunto, aunque nadie ha señalado con pruebas al Estado mexicano como autor de esas muertes. Luego vino la invasión rusa de Ucrania y el asunto pasó a segundo o tercer o cuarto plano. Y casi se olvidó.
Pero me quedaré con las ganas de leer el resto de esta historia epistolar de la política externa de México, que le apuesta a la amnesia. Tal vez tenga que esperar unos novecientos días a ver en qué para la cosa. Por lo pronto, la preocupación europea, la de Estados Unidos y la de la ONU constan en actas que muchos no van a olvidar.
Desde el balcón
En el balcón hay una mesa amarilla y sobre la mesa una maceta roja con unos jacintos blancos que ya huelen a primavera. Uno se sienta a no hacer nada, a que lo envuelva el aroma feliz de las flores, y de vez en cuando soba las hojas del romero que está junto, y se huele los dedos y mira el atardecer y sabe que no todo está perdido.
Esta semana cumplió diecisiete años alcalorpolítico.com, donde también se publican estos apuntes de reportero. Como otros medios de Veracruz y de México, ha enfrentado retos y adversidades, y se ha topado con la intolerancia, la arrogancia y hasta las amenazas de funcionarios mayores y menores que no pueden entender el papel de la prensa en una sociedad libre y sana.
Uno felicita a los colegas de alcalorpolítico.com y se felicita a sí mismo por ser parte de un equipo interesado en escribir la historia de lo inmediato, para que no se olvide, y alza una copa de algo para brindar porque sabe – por los perfumes de la tarde y los gajes del oficio – que no todo está perdido
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