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Ha muerto el PRI, Ha muerto el PAN, ¿Ha muerto Dios?

Xochitl Patricia Campos López



Aunque el círculo rojo ha cuestionado la idea manifestada -en las bases sociales morenistas- respecto a que está generándose una serie de estrategias dirigidas a fomentar escenarios de elevado conflicto por parte de la derecha mexicana, es importante analizar el fenómeno de la violencia en prospectiva al proceso electoral del 2024. El círculo rojo ha olvidado que la guerra sucia acompaña históricamente al PRI y a la derecha mexicana, este concepto expresa toda una tecnología de tortura, desaparición extrajudicial y represión contra los movimientos sociales que ha signado hasta el gobierno de Enrique Peña Nieto, manifiestas evidencias. Pero a la guerra sucia hace falta agregar algo más, la influencia externa que determinadas potencias imperialistas toman para hacer respetar sus intereses en México. La otra guerra sucia -la guerra contra el narco- también la patrocinan los Estados Unidos de Norteamérica y está vinculada a la misma lógica del anticomunismo: imponer gobiernos coloniales que protejan la economía de puertas abiertas estadounidense.

Osvaldo Zavala ha reflexionado en una forma que merece ser atendida la guerra contra el narco en México, considera que no es otra cosa sino una guerra híbrida contra nuestro país por parte del neoextractivismo anglosajón. No se equivoca. Andreas Schedler y otros investigadores coinciden en ello.

La guerra en México es producto de las guerras del capital que tanto interesa acumular a las derechas ¿Por qué no habla de eso el círculo rojo?

El Ejército Mexicano y el gobierno de la cuarta transformación se encuentran defendiendo al país de la guerra híbrida que conlleva Norteamérica contra la república mexicana. Es lógico que las cifras son adversas y el poder blando paradiplomático sirve poco frente al imperialismo. El círculo rojo quisiera que México fuera la Bielorrusia de Estados Unidos, la cuestión es que el imperio piensa diferente, sólo quiere gobiernos títeres para cuidar el patio trasero y que la economía informal de las drogas, emigración y delincuencia les siga subsidiando.

Particular atención se ha puesto en la actitud antilopezobradorista y antimorenista que el Consejo Episcopal Mexicano y la alta jerarquía católica en general manifiestan. Algunos estudiosos del fenómeno religioso han visto con preocupación el nivel de radicalismo por parte de los obispos conservadores en el país y la estructura correspondiente al Modelo Habsburgo de la época colonial. Estos obispos saben manejar la nitroglicerina que produce la combinación de política y religión.

Aunque el círculo rojo señala que la intervención de los altos prelados en la opinión pública y la comunidad social del país consituyen actos de libertad de expresión; la mirada de historiadores, sociólogos, politólogos e internacionalistas respecto de las relaciones iglesia- estado en México, examina con preocupación la asociaciones, mensajes e influencia de las autoridades católicas mexicanas en el ámbito político, económico y social. Jean Meyer critico del ambiente agonista de AMLO, en otro momento ha señalado que hace falta autocrítica al jesuitismo y a la clerecía católica mexicana para asumir su responsabilidad en los desenlaces de la violencia en México.

No es necesario ser muy letrado para comprender que, históricamente, los obispos de México se han consituido como un bloque antagóncio al Estado mexicano y han

promovido algunas de las principales guerras civiles e intervenciones extranjeras que marcan el acontecer nacional.

El anticlericalismo y la secularización en nuestro país se han conseguido gracias al apoyo social de un pueblo que, si bien es profundamente religioso, ha sufrido los abusos, racismo y clasismo de la alta jerarquía católica cuando ésta última legitima un colonialismo y una pigmentocracia sin la que no puede identificarse. La sociedad ha pagado con sangre las guerras civiles e intervenciones que ha promovido la iglesia católica contra México cuando han evolucionado las leyes, la laicidad, la ciencia y, principalmente, los derechos humanos. Una cultura mediana sobre la historia nacional deja esto muy claro, de ahí la preocupación que a los especialistas les origina la conducta agresiva de las autoridades, militantes y cuadros del nacionalismo católico hispanista. Esta misma sociedad ha pagado un alto costo por el anticomunismo y la guerra contra el narco que la alta clerecía católica legitimó en los gobiernos del PRIAN.

Mientras la sociedad pelea, los obispos se encuentran agazapados e incluso llegan a preferir el exilio, como se ha demostrado varias veces en la trayectoria histórica de México e Iberoamérica. El surgimiento del estado nacional es cuestionado por parte del nacionalismo católico hispanista mediante el conservadurismo, anticomunismo y ahora antipopulismo. Falacias conceptuales que el analfabetismo histórico del círculo rojo promueve para confundir y convocar a la guerra civil en México. Siguen sin entender el 2006.

No es alarmista ni miente quien señala a los obispos mexicanos, principalmente los de la derecha, como promotores de la violencia. Lo han hecho en el pasado y lo volverán a hacer porque no quieren perder sus privilegios, negocios de manos caídas, deudas signadas mediante contentas, escuelas, bancos, empresas y un largo etcétera que nos muestra la capacidad económica de un catolicismo que reproduce exponencialmente su riqueza a pesar de las expropiaciones estatales en nombre del bien público y la cultura liberal.

Los obispos mexicanos han engañado históricamente a la Santa Sede –como en la Cristiada-, a los católicos influyentes de Estados Unidos y Europa, a la opinión pública y, no obstante, siempre tienen privilegios para acumular riquezas y formar la militancia ultraderechista al servicio del imperialismo norteamericano.

Por el recuerdo de la violencia es importante la historia. Y la historiografía mexicana respecto a las relaciones iglesia-estado en México e Iberoamérica son más que abundantes.

El Frente Amplio por México presenta un instrumento falaz, como Xóchitl Gálvez para extructurar los intereses conservadores de siempre. El imperialismo yanqui pide una derecha liberal que apoye el progresismo sexual semiprogresista ¿Apoyará el CEM a Gálvez? ¿Abandonarán el Frente Amplio para apoyar a Lozano o Verástegui? Los obispos mexicanos no pueden desmentir sus nexos históricos con los poderes fácticos e incluso la pertenencia a algunos de ellos. Convocan a exorcismos para con la sociedad, pero ellos conviven con el demonio cuando la simonía lo permite. La asociación del obispado mexicano con el neoliberalismo neoextractivista narcotraficante que promueve EU, han hecho constantes en México la emigración y la disputa de los grupos de la delincuencia organizada. El nacionalismo católico hispanista es el verdadero enemigo de la clase media y del aspiracionsimo, del progreso y la formación del Estado Mexicano.

A esta conspitración contra el estado mexicano se enfrenta la sociedad de nuestro país y el adelanto de las campañas electorales ha permitido desnudar el nivel de violencia y agresividad que distingue al conservadurismo mexicano. De la sociedad depende, como en la reforma del Siglo XIX, como en la Revolución Mexicana y en la Guerra Cristera durante el siglo XX, sentar las bases de un constructo que es el único capaz de salvar al pueblo: el Estado.

 

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