Diario de un reportero
Hay una meta pero no hay un camino
Miguel Molina
Lo que se ve es que las elecciones del veinticuatro tienen que ser un ejercicio de honradez política y cívica, porque uno tendrá que votar por los que están o por los que estuvieron, y atenerse a las consecuencias. Se va a elegir entre la continuidad de un proyecto de país cuya transformación – mal que bien – apenas lleva cuatro años, un momento en la vida de una nación, y la continuación de la vieja forma de hacer las cosas.
Hemos visto marchas y contramarchas, y hemos oído y leído discursos y declaraciones sobre los asuntos nacionales, y más que nada sobre Andrés Manuel López Obrador. Muchos mexicanos piensan que es el mejor presidente que ha tenido el país, y muchos mexicanos aseguran que va a causar la ruina nacional. Allá ellos.
Lo que no se ha visto mucho es lo que ofrece la oposición, que hasta la fecha ha creado una alianza atroz para quitarle el poder al Movimiento Regeneración Nacional. Y ya. Los partidos de Va por México tienen que remontar las diferencias ideológicas y políticas que los separan desde sus orígenes, y organizar cuando antes una estrategia que vaya más allá del día de las elecciones, tan cerca y tan lejos.
Pero están en desventaja porque las leyes electorales prohíben que los aspirantes de oposición hagan actos anticipados de campaña, pero no impiden que los funcionarios usen sus puestos para hacer propaganda a favor de Morena o de ellos mismos. Así son las cosas, aunque no tienen que ser así.
Hace años, cuando el mundo era otro, Jesús Reyes Heroles anunció que el Partido Revolucionario Institucional no haría lo de siempre para nombrar un candidato presidencial: Primero el Programa. Después el hombre. La idea era hacer un diagnóstico del país, ver qué hacía falta y dónde, en fin, y entonces y sólo entonces buscar – y encontrar – a la persona que hiciera posible lo necesario. No le hicieron caso.
Quién sabe qué va a pasar cuando aparezca la candidata – o el candidato – oficial, quién sabe qué va a cambiar cuando llegue a la Presidencia, si es que llega, y qué va a conservar cuando la cuarta transformación se convierta en la quinta. Quién sabe qué va a pasar cuando sea claro que el sucesor – o la sucesora – de Amlo no es Amlo, y tiene ideas propias y planes propios.
Votar en las próximas elecciones será algo más que cruzar un escudo, doblar la boleta y ponerla en la urna y recibir tinta en el dedo. Uno tendrá que decidir entre lo conocido y lo por conocer. La vaina es que llegar al México que queremos todos es una meta pero no hay un camino, como advirtió Kafka desde hace tiempo.
El domingo que fue sábado
Y. La semana pasada escribí en estos apuntes que la marcha para celebrar ochenta y cinco años de la expropiación petrolera y aclamar al presidente López
Obrador sería el domingo. Fue el sábado. A cualquiera se le resbala un día. Pero se aclara aquí para bien de todos.
Desde el balcón
Un día amaneció la primavera. Uno camina como si las luces del sol, los colores del cielo, los olores del aire, hubieran cambiado de la noche a la mañana, y hubiera algo parecido a la felicidad en los senderos del parque y más allá, en las calles que llevan al supermercado.
Pan, pasta, parmesano y vino para la cena. Y toda esa claridad en el balcón, y el eco ubicuo del pájaro carpintero en el bosquecito de enfrente, y las aves que cantan sin saber lo que cantan porque hay oro de otro tiempo entre los árboles. La malta es suave aunque no quede mucha..
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