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La Democracia vista desde abajo.

Santiago Roig


Después de cuatro años ya conocemos la canción: el presidente López Obrador propone algo y la derecha (o la oposición, que, parafraseando a Silvio Rodriguez, “no es lo mismo, pero es igual”) arma un escándalo. Normalmente las razones para oponerse resultan en una mezcla bastante extraña de algunos (pocos) argumentos condimentados con fake news, sospecha de mala fe por parte del proponente y otra sarta de tonterías que tiene en general poco que ver con una discusión política. En el caso de la Reforma Electoral, el patrón mas o menos empezó de la misma forma, pero con el tiempo ha ido adquiriendo rasgos que no había visto antes y que francamente me parecieron sorprendentes. Me explico. Para empezar la oposición a la propuesta fue tan virulenta que uno puede pensar que, como se dice popularmente, se pisaron muchísimos callos. Efectivamente afecta en varios puntos lo que uno pensaría que es el interés de los partidos políticos, empezando por la disminución de las prerrogativas, la desaparición de los diputados y senadores plurinominales o la reducción en el tamaño de los cabildos.

Para mi es claro que un partido político en México es, en buena medida, un negocio; basta ver el desempeño de varios de ellos o de los intentos que no llegaron a cristalizar. Parte del negocio, además de recibir dinero tan solo por existir, está en los cargos plurinominales que aún si en un origen, cuando eran los tiempos del “carro completo” del PRI, pudieron haber tenido sentido, la realidad, hoy, es que son una forma de darle chamba a los cuates o vivir del presupuesto sin realmente haberse sometido nunca al voto de los supuestos representados. Se habla de que hay gente que ha vivido de esos cargos por años, sin jamas participar realmente en una elección. Muchos de estos aspectos hacen de nuestra democracia una de las más caras del mundo.


Ante el inminente peligro de perder esa condición tan cómoda para los políticos de toda laya podría pensarse, insisto, en que este fuera el punto álgido, el meollo de la discusión… pero no, el punto central es la supuesta defensa del INE.


En primer lugar el INE no está en riesgo de desaparecer, solo se le transformaría en otra institución mas democrática y menos onerosa: el INEC, y la C que se añade tiene muchísima importancia, como mencionaré mas adelante; en segundo lugar el INE actual no se ha distinguido por su funcionamiento impecable, los agravios son muchos y se han mencionado profusamente en los medios, así que tal vez baste solo con enumerar unos cuantos de manera general: El INE es un organismo millonario, de lujo, que pretende representar a un país mayoritariamente de pobres. Eso es ya un insulto, por no hablar de las conocidas tiradas racistas de su Consejero Presidente. Su manejo mismo dista de ser democrático tanto en la forma en la que se han elegido históricamente sus consejeros como por la manera en que se manejan su movimientos internos, como la perpetuación en el cargo de su Secretario Ejecutivo. En cuanto a su eficiencia como árbitro ha dejado mucho que desear con fraudes grandes y pequeños. Existen multitud de estudios donde se demuestra estadísticamente que la limpieza de las elecciones es mas que cuestionable. Su forma de repartir sanciones es bastante parcial, al igual que la investigación sobre cuestiones como la compra de votos o la validez de las firmas cuando se trata de registrar candidatos independientes, por ejemplo.


En cuanto a la furia desplegada no corresponde con el resultado de varias encuestas (personalmente he oído mencionar unas cuatro) en las que, con pequeñas fluctuaciones estadísticas, la ciudadanía apoya

en general la propuesta del Presidente, y, cabe decirlo, el INE no sale tan bien librado dado que mas o menos la mitad de los ciudadanos lo reprueba. ¿Que está pasando entonces?


Una, mas que plausible, explicación a este extraño estado de cosas me llegó por la vía de un texto del sociólogo portugués Boaventura de Sousa Santos. El libro se llama “La difícil democracia” y en una parte analiza la situación mundial de la democracia en los albores de la década del 2010. Comienza diciendo:

“Así como en los últimos treinta años la explotación desenfrenada de los recursos naturales nos hizo perder biodiversidad, también la monocultura del neoliberalismo y de la democracia electoral nos hizo perder demodiversidad. La multiplicidad de tipos de democracia, reconocidos por la ciencia política de los años sesenta, se fue reduciendo poco a poco hasta quedar limitada a un solo tipo de democracia, la democracia representativa.”


Dice mas delante:


“ […] al asumirse como la única forma legítima de democracia, se volvió una presa fácil de los grupos sociales dominantes, que la pervirtieron y secuestraron para que sirviera mejor a sus intereses.”

Queda claro, de lo anterior, que en beneficio de este modelo económico era necesario tener un control de los hacedores de leyes. Demandas típicas del neoliberalismo como la desregulación o la privatización de empresas y servicios necesariamente pasan por los órganos legislativos. El deterioro tanto de nuestras prestaciones laborales y nuestras pensiones, como de los servicios públicos de salud o educación, del transporte y un largo etcétera están todos plasmados en leyes que aprobaron nuestros representantes en detrimento de nuestro bienestar. Lo mismo puede decirse de la venta de un sinnúmero de empresas estatales o bien la modificación de las condiciones de operación de ellas para llevarlas a la quiebra en beneficio de las contrapartes privadas, con consecuencias como la excesiva dependencia energética o alimentaria del extranjero, todo, una vez mas, consignado en leyes y hasta en la Constitución por nuestros representantes. Ejemplos de esta manera de actuar sobran, desde el FOBAPROA hasta el vergonzante Pacto por México de 2012 que firmaron tres grandes partidos del momento, sin importar sus supuestas filiaciones políticas. Es claro, de lo anterior, porque a los partidos y a la cúpula económica le interesa tanto controlar al INE actual y que no se lo toquen.


En este proceso, lo menciona de Sousa Santos, se sacrificó la democracia participativa y es fácil entender el porque: a esta cúpula lo último que le interesa es que el pueblo participe en la marcha del estado o siquiera que dé su opinión. De hecho, el Presidente ha intentado revivir esta opción, mostrar que está a nuestro alcance, por mas que los requisitos y las trabas incluidas en su reglamentación compliquen su uso, pero en ambos casos, notablemente en el de la consulta sobre la revocación del mandato, fuimos testigos de la campaña abiertamente en contra de la derecha así como del sabotaje descarado del INE al proceso. Justamente por esto la modificación del INE reflejada en esta letra añadida a su nombre, INEC, es tan importante. Tenemos que darle un valor equivalente a la democracia participativa y a la representativa. Una vez mas, en palabras de Boaventura de Sousa Santos:


“...en las circunstancias de nuestro tiempo, democratizar el mundo significa complementar la democracia representativa con la democracia participativa.”


Es innegable que el INE, y con él todo el aparato electoral que hoy tenemos, es el resultado de una larga lucha por democratizar a nuestro país, pero también es innegable que hoy ya no funciona como se esperaba (y como debería) y es necesario recuperarlo para el pueblo en general, no para una pequeña elite. Si se me permite la analogía, la historia del movimiento obrero en nuestro país muestra un derrotero similar: los trabajadores luchamos duro en alguna época para lograr fortalecer nuestras organizaciones y lograr conquistas, pero la corrupción y la cooptación de los líderes por el sistema capitalista le quitó la fuerza al movimiento y se llegó al absurdo de que estos supuestos representantes obreros aprobaran e incluso propusieran las reformas que destruían los logros en las cámaras. Lo mismo pasa con el INE, está lejos de ser el árbitro imparcial que buscábamos y en el sistema actual no se ve que tenga margen para corregirse ni vemos, los ciudadanos, forma de incidir en él.


Boaventura de Sousa Santos resume este momento que hoy vivimos de forma magistral:

“La lucha por la profundización de la democracia es necesariamente una lucha anticapitalista.”


En eso estamos.

 

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