Diego Martín Velázquez Caballero
La geopolítica incrementa su grado de incertidumbre y existen diversos eventos que sostienen la perspectiva de dicho extrañamiento. Sin embargo, cabe hacer una reflexión sobre las estrategias de las derechas mexicanas respecto de la división económica de bloques que se avecina. Aunque las reuniones en Argentina y España pueden promover distintos enfoques de derechas, en realidad, la geopolítica marca que la derecha proestadounidense y la derecha hispanista se separan o, al menos, tienen estrategias diferentes. Por ejemplo, vale la pena destacar que la Unión Europea y el Mercosur realizan un acuerdo económico que profundiza sus relaciones. Esto también debe interpretarse como el reconocimiento tácito de la exclusión de los europeos en Norteamérica como lo ha sostenido Donald Trump. CPAC y Neos plantean severas diferencias con la cultura anglosajona y el liberalismo.
La derecha proyanqui se estanca en los procesos políticos de nuestro país, Eduardo Verástegui no consigue apoyo alguno de los actores que deberían encontrar en su propuesta, el camino lógico de sus beneficios económicos. Los antecedentes biográficos de Salinas Pliego y sus circunstancias empresariales, lo empujan hacia la derecha hispanista por más libertarianismo que patrocine.
La derecha mexicana apuesta por el hispanismo que sólo bloquea la integración con Norteamérica y permite la reproducción de los elementos que rechaza la cultura anglosajona. Si el presidente Donald Trump parece seguir a pie juntillas el guión del “Desafío Hispano” desarrollado por Samuel Huntington ¿A quién se le ocurre profundizar las relaciones con España hasta la mímesis como propone el Calderonismo? Si para los conservadores hispanistas y libertarianistas, la Cuarta Transformación carece de brújula en el mar agitado del trumpismo ¿Hacia dónde va la derecha mexicana hispanista?
México representa una sociedad que puede cambiar de cultura, iniciar procesos de hibridación hasta fusionarse con los elementos norteamericanos. Una estrategia audaz como la implementada por Filipinas hace cincuenta años, permite ver que este país se encuentra en mejores condiciones que otros de Hispanoamérica. Por lo visto, tiene buenos resultados olvidar el idioma español y aproximarse a la lengua inglesa así como el cambio civilizatorio. Alain Rouquie y Samuel Huntington consideran que México podría integrarse a Norteamérica, al menos, en trescientos años; empero, los hispanistas –principalmente la abusiva colonia española- quieren que el proceso se extienda un milenio.
El sistema de castas colonial: derecho de sangre, racismo y pigmentocracia; representan el primer elemento de la derecha mexicana hispanista que no quiere modificar. Al contrario, esta fuerza representa el poder real e identitario de sus perspectivas. Sin embargo, la realidad dispone otras cosas; a pesar del trumpismo y calderonismo, la sociedad mexicana se integra en su mayoría a Norteamérica y, tarde o temprano, deberá asimilarse a la cultura anglosajona. La migración mexicana a Norteamérica se traduce como el expansionismo estadounidense y pronto se confirmará con los retornos y deportaciones.
Calderón y Acción Nacional, como ocurría con Luis Calderón Vega, Salvador Abascal y Salvador Borrego, los tecos y yunques; se extravían en la competencia por la búsqueda del abuelo español y el racismo de purificar la sangre judía. La Hispanidad es una fe inútil y muerta; ojalá que algún día, los mexicanos puedan abandonar las tribulaciones que sólo prolongan la agonía del Modelo Habsburgo y el pago mínimo a la hipoteca española.
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