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La derecha norteamericana herida

  • fermarcs779
  • Sep 15
  • 2 min read

Diego Martín Velázquez Caballero


El asesinato de Charlie Kirk, una figura singular y prominente del trumpismo, pone de manifiesto la profunda polarización que corroe a la sociedad estadounidense. Este trágico evento se inscribe en un escenario de anomia social, donde la responsabilidad recae, de forma aparente, en las conductas del progresismo populista. A raíz de este suceso, el debate entre el conservadurismo y el progresismo se intensifica. El movimiento MAGA se presenta como víctima de un ataque, bajo el argumento de que encarna el orden, la estabilidad y el cristianismo nacionalista, una percepción que parece ganar legitimidad. El progresismo, por su parte, es percibido como una corriente que se acerca a una "cultura de la muerte", donde la iconoclasia se convierte en un valor central y la destrucción es un fin en sí mismo. Bajo esta óptica, cualquier sociedad que la adopte estaría al borde del suicidio cultural. El problema del progresismo, visto desde esta perspectiva, radica en su visión lineal de la historia y el progreso.


Las próximas convenciones del trumpismo se reactivarán con este evento, impulsando el activismo de las derechas tanto en Estados Unidos como en el resto del mundo occidental. La muerte de Kirk ha resonado incluso en América Latina, donde, a pesar del racismo inherente al movimiento MAGA, este suceso ha sido valorado de una manera extraña, casi como una suerte de martirio. En este contexto, el progresismo se enfrenta al desafío de articular políticas públicas efectivas que contrarresten el voluntarismo exacerbado del libertarismo y la posmodernidad. En un mundo geopolítico donde Occidente parece librar una batalla contra sí mismo, mientras que las civilizaciones extraoccidentales prosperan con valores conservadores, es casi inevitable que las posturas de derecha ganen terreno, especialmente en países como Estados Unidos.


El presidente Trump ha encontrado en la muerte de Kirk un pretexto perfecto para reforzar sus políticas aislacionistas y excepcionalistas. Continuará con la agenda MAGA sin ceder un ápice en sus criterios nacionalistas y cristianos, porque figuras como Charlie Kirk se han convertido en mártires de su ideología. Este trágico suceso representa una amenaza directa para los movimientos progresistas populistas, que parecen perder el rumbo y la capacidad de ofrecer escenarios funcionales a la sociedad. La gente, desencantada, se sumará, como en una reacción en cadena, a los políticos que prometen orden, estabilidad, empleo, crecimiento económico y seguridad. Quizás ha llegado el momento de contener la modernidad y, como sugirió en su día Samuel Huntington en ¿Quiénes Somos?, regenerar la cultura occidental.


En este marco, los movimientos progresistas populistas pierden la brújula y se convierten en el pretexto para una geopolítica agresiva por parte de las naciones conservadoras. Para México y los gobiernos de izquierda en América Latina, la muerte de Kirk presagia un endurecimiento del trumpismo en temas cruciales como la migración, el narcotráfico y la gobernabilidad. En última instancia, este asesinato pone de manifiesto la supuesta esencia del postmarxismo cultural en las universidades y su avance a cualquier costo, un argumento que sin duda será explotado por sus adversarios políticos.

 
 
 

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