Diario de un reportero
Miguel Molina
Todo sigue igual. El coronavirus cambió de apellido y ahora se llama ómicron, pero el mal sigue siendo el mismo infierno aunque sea con diferente diablo. Medio mundo está preocupado: en Estados Unidos hubo un millón de nuevos casos el martes, en China se han tomado medidas extremas ante la posibilidad de contagios (hay trece millones de personas en confinamiento estricto en la ciudad de Xi'an desde antes de Navidad, y en Yuzhou más de un millón está a punto de encerrarse en su casa).
El gobierno de Francia anunció que se prohibirá la entrada a lugares cerrados a quienes no se hayan vacunado. El presidente Emmanuel Macron fue claro: "Necesitamos decirles que a partir del quince de diciembre no van a poder entrar a restaurantes, ni al café, ni al teatro ni al cine (...) Cuando mis libertades arriesgan las de otros, me convierto en una persona irresponsable, y una persona irresponsable no es un ciudadano".
En partes de Gran Bretaña – cuyo Primer Ministro advirtió que el sistema de salud pública se acerca a un punto de saturación – es muy posible que se cancelen o se retrasen consultas médicas y operaciones. Israel ha registrado un aumento alarmante de infecciones. India endureció sus restricciones y estableció toques de queda en las ciudades más grandes del país. Y así.
Ni México se salva: ya se detectaron casos de ómicron en Cancún – donde estuvieron los turistas que regresaron infectados a Paraguay –, aunque los otros virus de la familia contagian a dos manos a los turistas en Baja California Sur, cuya tasa de infectados es trece veces mayor que la nacional. Y quién sabe lo que falta, sobre todo porque pocos parecen haberse dado cuenta de que el virus no camina: necesita que alguien lo lleve de aquí para allá y lo traiga de allá para acá.
Y el turismo puede ser una actividad muy importante para la economía nacional, para el desarrollo estatal y para la recuperación regional, pero también termina siendo el vehículo del bicho. Por el momento, los estados cuyo semáforo está en verde no tienen restricciones para el turismo ni para los gentíos, y eso – como declaró a El País Alejandro Sánchez, investigador del Instituto de Biotecnología de la UNAM – "implica un riesgo porque justamente estamos dejando la puerta abierta al virus".
En el mejor de los casos, ómicron y su descendencia serán causa de complicaciones pero no significará necesariamente la muerte de quien se contagie. En el peor de los casos provocará sufrimiento y decesos que podrían haberse evitado, y será una carga más para un sistema de salud ya de por sí presionado.
El chispoteo
Hay otras cosas que siguen igual, como el asunto de los ultrajes a la autoridad en Veracruz. Durante algún tiempo, no mucho, pensé que alguien se había equivocado y que en realidad castigaría los ultrajes de la autoridad. Después de todo, a la Legislatura que se fue no se le daba bien eso de escribir leyes o lo que fuera.
Pero no. Gonzalo Guízar Valladares – del partido Encuentro Solidario – le confirmó a la colega de Notiver Noemí Valdez que a muchos diputados de la Legislatura anterior "se les chispoteó" porque no leyeron la "letra chiquita" de la reforma que creaba el engendro. O tal vez no había letra chiquita. Así empezó la vida legal de esta vaina, con un chispoteo.
Lo que ahora me asombra es ver que un grupo de senadores integró una Comisión Especial para ver qué daños y perjuicios ha causado la ley garrote, preocupados porque en Veracruz se aplica al primero que pasa y porque nadie sabe exactamente en qué consisten los ultrajes que tienen en la cárcel a tantos, sobre todo políticos de oposición.
Si los diputados – de Morena y de otros – hubieran hecho su trabajo se habrían dado cuenta de que la norma tiene que ser explícita: toda persona debe tener la certeza de cuál es el comportamiento prohibido y cuál es el permitido, y no se vale si eso sólo se puede determinar o interpretar después de que interviene la autoridad.
El gobernador Cuitláhuac García Jiménez dice que esa Comisión Especial de senadores no existe porque no aparece en el portal del Senado en internet, como si eso sirviera para determinar la existencia – y sobre todo la actividad – de ese grupo. Negar que la Comisión Especial existe y discute la ley garrote de Veracruz no resuelve los ultrajes que comete una autoridad que se considera ultrajada. Ignorar el problema es dejar la puerta abierta a más abusos y más letras chiquitas.
Desde el balcón
Vino un viento grande que se llevó las hojas de diciembre. Después llovió. Viendo todo eso uno recuerda a Borges: Bruscamente la tarde se ha aclarado/ Porque ya cae la lluvia minuciosa./ Cae o cayó. La lluvia es una cosa/ Que sin duda sucede en el pasado.
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