Santiago Roig
De entrada debo aclarar que no soy exalumno de la UNAM, a diferencia de otros comentaristas del caso que quiero tratar, no tengo ni filias ni fobias respecto a esa institución, a la que le reconozco el ser posiblemente la universidad más importante de nuestro país.
Tampoco tengo ninguna clase de nexos con la Ministra Yasmin Esquivel, ni positivos ni negativos, no sé si plagió su tesis o no, no tengo una opinión al respecto. Honestamente me parece que ese punto: conocer la verdad del caso y cuáles serían las consecuencias está pasando a un segundo término. El objetivo de un sector de nuestra radicalizada clase política es defenestrar a la ministra, esperando que arrastre consigo a su supuesto protector: el presidente López Obrador. Por eso titulé esta nota Linchamiento, porque se trata de “Ejecutar sin proceso y tumultuariamente a un sospechoso o a un reo” (RAE), aun cuando en el caso que nos ocupa ha habido un símil de proceso.
Me gustaría empezar por hablar del concepto de contexto. Me llama la atención que en nuestra actual sociedad a veces se actúa (no sé si se piensa) como si el mundo siempre hubiera sido como es hoy. Por ejemplo los chistes sexistas o racistas no hace muchos años eran… ¡chistes! La gente de todas las clases sociales se reía de ellos siempre que no les afectara personalmente. Hoy lo hemos superado y tenemos otra mentalidad, pero ignorar que alguna vez existió esa situación, sin por tanto justificarla, es simplemente borrar arbitrariamente una parte de nuestro pasado.
Si analizamos con esta perspectiva de “contexto” el proceso de titulación en la década de los ochenta hay varios detalles que considerar. En primer lugar, escribir una tesis era la única forma de obtener el título, a diferencia de la multitud de vías que hay hoy; en segundo lugar, no había tantas formas de hacerse de la información, la dependencia del asesor era bastante grande en la mayoría de los casos. En tercer lugar, este requisito llegó a ser un lastre para mucha gente. Conocí en aquellas lejanas épocas a multitud de “técnicos” que lo eran por la simple razón de que nunca tuvieron la posibilidad de escribir una tesis y convertirse en profesionistas, no por falta de conocimientos o capacidad. Tenían que trabajar para mantener a la familia y eso excluía la opción de dedicarle tiempo a una investigación. En este caldo de cultivo tampoco es para admirarse que pudieran haber habido refritos o plagios, como se les llama ahora, de temas tratados por otras personas. Insisto en que el acceso a la información no era lo que es hoy, así que ni para los tesistas, ni para los sinodales era evidente que el tema pudiera haber sido tratado o tomado por alguien más para una tesis diferente. Otro aspecto que no puede pasarse por alto es que precisamente por las dificultades mencionadas el año de la titulación difícilmente es un parámetro decisivo sobre la paternidad (o maternidad) de una investigación reportada en una tesis. Algunas personas nos llevábamos más tiempo que otras por circunstancias no siempre en nuestro control. Yo me tardé cerca de dos años y se dice que López Obrador necesito 14 y Fox 35…
Toda esta compleja realidad llevó a nuestro sistema educativo a buscar otras opciones de titulación. Al parecer, en tiempos de logros y eficacia neoliberal se veía muy mal el bajo índice de terminación de prácticamente todas las instituciones de educación superior. La lista de opciones de titulación hoy varia, pero no estoy seguro ni de que sean todas ellas equivalentes a la vieja tesis ni que produzcan mejores profesionistas, lo que si creo es que hoy sería más difícil montarle a alguien un caso como el de la ministra Esquivel.
Por otra parte, juzgando el desempeño profesional y académico de la ministra me llama sobremanera la atención que se piense que alguien que plagió su tesis de licenciatura haya seguido en su desarrollo profesional hasta llegar a ser precisamente ministra, además de contar con otros títulos, hasta donde entiendo una maestría, un diplomado y doctorado por instituciones cuya seriedad no se ha puesto en duda. En cuanto a su labor profesional, hasta ahora no se había cuestionado ni su capacidad ni su preparación. Ante los gritos destemplados de quienes piden su cabeza quiero dejar asentado que para mí la carrera de alguien, profesional y académica, se va construyendo en el día a día y de ningún modo es un castillo de naipes: aun cuando una pieza de la construcción resultara fallida no podemos esperar que todo lo demás se derrumbe. No funciona así. Eso es tener muy poca fe en lo que como sociedad construimos.
Por lo que se refiere al “juicio” mismo me parece que el desaseo ha sido patente. Para empezar, la única que en teoría debería saber exactamente qué pasó es la asesora, la maestra Martha Rodríguez Ortiz, que hasta donde sé jamás fue requerida o cuestionada por ningún comité para aclarar la situación, mas bien fue sumariamente despedida de la UNAM argumentando fallas que nadie notó en más de treinta años de servicio. Lo lamento, pero aun si la universidad tiene razón la impresión es que se busca callarla o al menos descalificarla si ella de todas formas habla. Se puede discutir largamente la vida profesional como docente de esta maestra, pero sin duda ella es la que tiene las claves de lo que pasó ¿por qué no escuchar su versión?
El otro punto que me parece delicado es que en vísperas de la elección del presidente o presidenta de la SCJM el Comité de Integridad Académica y Científica de la FES Aragón no había pronunciado una sentencia definitiva, esto lo hizo aproximadamente diez días después; sin embargo, el 31 de diciembre del 2022 en varios medios de comunicación apareció la condena explícita por plagio que el Rector Graue de la UNAM pronunció contra la ministra. En este caso cabe preguntarse por qué se adelantó, si efectivamente le tocaba a él anunciar las conclusiones (aun inexistentes) o si simplemente perseguía un fin político. Después todos hemos visto como ha intentado suavizar la mayúscula metida de pata tratando de endosarle la bronca a la SEP o a otros Comités de la UNAM. Si lo que hay en el fondo de todo este asunto es una discusión sobre ética profesional, me parece que el Rector no sale nada bien librado.
Sea o no culpable Yasmin Esquivel Mossa creo que pasará a la historia como el caso de una ministra linchada políticamente por los enemigos del régimen.
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