Diario de un reportero
Miguel Molina
Esta es la historia de Félix Salgado Macedonio, quien pase lo que pase quiere ser gobernador de Guerrero, quien logró ser candidato del Movimiento Regeneración Nacional pese a denuncias por violación y por abuso sexual, cuya candidatura fue descalificada por las autoridades electorales porque no presentó pruebas de sus gastos de precampaña, y terminó convertido en un regalo polÃtico a la oposición.
Yo no me voy a rajar, dijo el hombre cuando supo que habÃa dejado de ser candidato para el Instituto Nacional Electoral. Y amenazó con boicotear las elecciones en las que quiere ser candidato a gobernador, amenazó con desaparecer al INE, y otras cosas que no se oyeron o no se dijeron. Hubo quienes pensaron que se trataba de un berrinche de perdedor, de una bravata populista, o de algo similar o conexo. Estaban equivocados.
En algunas oficinas, las páginas de los códigos se arrugaron un poco. El hombre estaba dispuesto a revelar información privada de un funcionario público, y no permitirÃa que hubiera elecciones en Guerrero si él no era candidato. Las dos cosas son delitos serios, verdaderos ultrajes a la autoridad, que se castigan con penas de cárcel y multas, y vergüenzas que tendrÃan que durar toda la vida.
Pero más allá de las bravuconadas y los insultos, que pasarán a la historia de lo intrascendente, Salgado Macedonio se convirtió en la clase de polÃtico que el paÃs no necesita – y los guerrerenses menos –, para desprestigio del proyecto de transformación nacional de Andrés Manuel López Obrador, y para cualquier otra propuesta que aparezca después: plantear nuevas formas de hacer las cosas molestará a quienes sólo saben hacer las cosas de una sola manera.
Como dijo el que dijo
Antes de la pandemia me invitaron a escribir algunas reflexiones sobre la izquierda mexicana. Entonces, como ahora, me parecÃa claro que no se habÃan visto ni estaban cerca las transformaciones sociales, polÃticas o económicas que necesita el paÃs.
Entonces como ahora habÃa temor a lo desconocido, habÃa grupos de poder económico con enorme influencia polÃtica, dispuestos a evitar el cambio de un estado de cosas que les ha dado todo o casi todo lo que tienen, que es mucho, y durante mucho tiempo.
El reto de la transformación de ahora, que todavÃa no es cuarta – ni es transformación, porque una nación no cambia en dos años y sus habitantes menos – es que mantengan ideales y principios, porque lo que acaba a los partidos es el pragmatismo, la falta de principios, el buscar triunfar a toda costa, sin escrúpulos morales de ninguna Ãndole, la ambición del poder por el poder, como dijo el que dijo.
Desde el balcón
Viendo florecer la primavera, uno siente cómo cambia el mundo aunque no sepa todavÃa si es para bien o para peor. Hace frÃo pero hay whisky. En el walkman suena Debussy y todo es mejor por un momento: se despejan las dudas, se abrillanta la mirada, se activa la memoria.
Viene Borges: ...de tà solo sabemos, oscuro amigo/ que oÃste al ruiseñor, una tarde. El walkman se apaga porque ahà está el ave, invisible en la luz, también llena de música, y la brisa trae cachitos de algo que toca el vecino en su piano no muy lejos de aquÃ, quién sabe dónde.
La vida es sin porqué, florece porque florece, habrÃa dicho Silesio en la voz de Borges, y uno mejor se calla y deja de pensar en las tristezas polÃticas de nuestro México, y le da un trago al whisky, y sigue oyendo al pájaro que canta sin saber lo que canta.