Diego Martín Velázquez Caballero
Al grito de “Occidente para los occidentales”, las derechas y ultraderechas europeas están implementando un giro político que pronto tendrá sus efectos en América Latina. La preferencia de amplios conglomerados europeos por políticas reaccionarias y conservadoras, manifiesta el desconcierto de las clases medias frente a la pérdida de beneficios públicos y privados frente a los sectores progresistas, inmigrantes y colectivistas. Bien visto, esta idea puede identificarse con el cemento que unificó a grupos variados en la coalición liberal socialdemócrata que pretendió el PRIANRD. Una vez que la alianza pragmática polipartidista se fragmenta y cada quien toma lo suyo, queda al garete un sector social que no se identifica con los partidos políticos tradicionales de México y rechaza profundamente la Cuarta Transformación.
Las clases medias han sido vilipendiadas históricamente en América Latina, la demagogia populista de izquierdas y derechas siempre las discriminan y atemorizan. El proceso lento de individuación, meritocracia y educación, no es reconocido en culturas colectivistas ácratas. Las clases medias en México están besadas por el demonio y constantemente los políticos lo reafirman.
La división entre el PAN y Xóchitl Gálvez no sólo muestra la pugna entre las derechas y familias custodias al interior de Acción Nacional, representa una oportunidad social para que grupos políticos clasemedieros que no tienen ninguna posibilidad frente al tradicionalismo hispanista, procuren una organización independiente y autónoma que, dadas las condiciones, acaso pueda negociar una alianza pragmática nueva.
El capital político que alcanzó Xóchitl Gálvez, los restos del PRD y diversos sectores progresistas que no alcanzaron a identificarse con MORENA, pueden constituir una alternativa organizacional política que resulte atractiva frente a la crisis de los partidos que parece infinita. El impulso de las campañas todavía permite una dinámica que estructure un partido político diferente. La Marea Rosa puede ser el partido anti sistema del futuro inmediato.
Acción Nacional y PRI deben recuperarse del desgaste electoral y tratar de sobrevivir en un ambiente legislativo que les demanda creatividad y trabajo. Xochitl Gálvez tiene todo el derecho para organizar y encabezar un partido político que la empodere y le brinde el margen de acción que los empresarios y el PAN le negaron. La capacidad de entendimiento entre Xochitl Gálvez y los Chuchos será determinante para la existencia de un nuevo partido.
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