Diario de un reportero
Miguel Molina
El martes hubo treinta y tres mil seiscientos veintiséis nuevos casos de covid en México. En un solo día. Y ya hay – o había, porque escribo estas líneas el miércoles – más de cuatro millones de personas afectadas por el mal del siglo. Según el infectólogo Alejandro Macías, es muy probable que la mitad de los mexicanos se contagie en las próximas semanas por la velocidad con la que se propaga la nueva cepa del virus, al que algunos consideran menos agresivo que sus versiones anteriores.
En Canadá, el gobierno de Quebec – que tiene el mayor número de casos del país – anunció que piensa imponer un impuesto de salud a quienes no se hayan vacunado, y pedirán certificados de vacunación a quienes quieran comprar marihuana o licor en tiendas del gobierno. "Creo que es justo para noventa por ciento de la población que ha hecho sacrificios", declaró el primer ministro quebequés Francois Legault.
En Suiza se espera que los contagios lleguen a su punto más elevado de aquí a fin de mes si el contacto entre personas se mantiene igual, "porque los casos se duplicarán cada ocho o diez días, y entre diez y treinta por ciento de la población estará infectada" por el virus, según Tanja Stadler, presidenta del del equipo científico especial para Covid.
No muy lejos de donde vivo, el doctor Hans Kluge, director regional de la Organización Mundial de la Salud para Europa, advirtió que dentro de seis u ocho semanas la mitad de la población de Europa también se contagiará con la variante ómicron.
"La respuesta de cada país debe responder ahora a la situación epidemiológica, a los recursos disponibles, al número de personas vacunadas y al contexto socioeconómico", dijo el experto belga, porque si bien parece que la variante ómicron no es particularmente mortal, la cantidad de enfermos – sobre todo los no vacunados – sería una carga grande para cualquier sistema de salud pública.
Y medio mundo se va a contagiar.
Desde el balcón
Anochece a eso de las cinco y media. Todo está frío a esa hora, y se apagan los pájaros y los ruidos de afuera. Es buen momento para pensar en lo que pasa cuando los delincuentes de un día se convierten en los inocentes de otro día.
Cuando el senador morenista Ricardo Monreal defendió a un grupo de detenidos por ultrajes a la autoridad y otros presuntos delitos, el gobernador Cuitláhuac García Jiménez se apresuró a decirle al legislador que no defendiera delincuentes. Tres días después, la Comisión Nacional de Derechos Humanos exhibió las mentiras de los agentes y la corrupción de quienes los solaparon, y envió una serie de recomendaciones a las autoridades veracruzanas. Tres meses después de su arresto, los seis salieron libres. García Jiménez cambió el tono de su discurso.
Este triste asunto lleva – otra vez – a la reforma del artículo trescientos treinta y uno del Código Penal de Veracruz, que incrementa la pena de cárcel a quienes cometan ultrajes a la autoridad. Muchos, desde distintos ámbitos, han expresado que el nuevo texto es inconstitucional y se está usando, sobre todo, para encarcelar a enemigos, políticos y de otros, entre ellos personas inocentes, como reconoció el propio gobernador.
Parece que ahora buscarán derogar la reforma en cuestión, y van a procesar – eso dijeron – a quienes participaron en el caso de los seis. Pero si se deroga el asuntico, van a salir libres muchos más presos por ultrajes a una autoridad que va perdiendo la confianza ciudadana. Ya oscureció. Uno se levanta sin prisa de la silla, oye el sonoro silencio de los insectos en los árboles, y piensa que el senador Monreal tendría que ir más seguido de visita a Veracruz
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