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Nada que hacer

Pericles

El patio era grande y terroso. Un solo árbol con un deteriorado columpio, colgado de un tronco todavía con más deterioro. Todo, detrás de una casa de madera de dos pisos, donde únicamente funcionaba la planta baja. No había agua corriente y en las noches, las linternas de gas era lo único que iluminaba el camino. Habíamos llegado de noche nada más para sorprendernos de todo lo que faltaba. La abuela había fallecido años atrás y queríamos rescatar lo posible. Mi novia me acompañó junto con su perro, como a manera de matar la soledad y quizá el miedo. Yo había oído historias de la abuela, pero estaba muy chico para recordarlas. Solo tenía la imagen mental de ella, con la mirada perdida como en el tiempo. El amanecer nos hizo ver el tamaño de la desolación y de la propiedad. Siendo las dos igualmente inmensurables. Yo no sentía ninguna conexión emocional con la casa, o lo qué quedó de ella. Pasados unos días de ajuste a lo crudo de la existencia en esa región, empezamos a explorar los alrededores. El desierto, contenía todos sus ingredientes, no solo la falta de humedad sino también los restos óseos deshidratados de animales del pasado. Por la noche, nos poníamos a adivinar las constelaciones y sus respectivos signos astrológicos bajo un firmamento totalmente estrellado. Contemplación interrumpida por los ocasionales aullidos de coyotes, procedentes desde más allá del horizonte. Conversaciones animales interrumpidas a su vez por los ladridos caninos de lo domesticado por Julia. Todo parecía como una noche regular en el desierto, hasta que el perro empezó a ladrar insistentemente hacia cierta dirección. Parecía que el estímulo sonoro venía del suroeste, al lado de unas montañas. Yo no vi las luces, hasta que Julia me las indicó mientras me daba el monocular nocturno. Lo visual se convirtió tardíamente en sonoro para nosotros, cuando los vientos cambiaron de ruta. El sonido era intermitente y de tono grave. Apagamos la linterna y Julia ordena a Coco que deje de ladrar, pero su instinto lo rebasó y salió corriendo en la dirección de las luces a lo lejos. Nosotros, nos pusimos pecho tierra y turnándonos el monocular de luz infra roja, veíamos las siluetas de calor aproximarse hacia el punto donde nos encontrábamos y simultáneamente viendo a Coco como se acercaba a ellas. El suspenso se fracturó, al oírse como una pequeña explosión dónde Coco dejó de ser visible y audible. En ese punto, las luces dejaron de ser pero se podía oír que se acercaban. Nos agazapamos en un intento de pasar desapercibidos, creando un silencio ensordecedor y en la ignorancia total de que ya nos habían detectado. Todo ya era silencio y oscuridad total, hasta que sentimos la presencia y luces de los uniformados que nos rodeaban. ¿Qué hacen aquí?!” como culpándonos. Respondí lo primero que me pasó por la mente al verme interrogado y viendo como se llevaban a Julia. Nos interrogaron por separado para ver si las historias concordaban. Después, conversaciones a través de radios usando claves lingüísticas, que se oían como murmullos dado que traían los rostros cubiertos. Conversaciones que llevaron a que nos vendaran los ojos, para ser transportados a un refugio subterráneo. Una vez en nuestra celda, nos permitieron ver y conversar entre nosotros. Julia estaba muy asustada y yo pretendía no estarlo. Nos dieron de comer una especie de pasta castrense y agua purificada, solo para no acordarnos que pasó después. Yo desperté primero con dolor de cabeza y sin saber por cuanto tiempo había dormido y a Julia la tuve que despertar para ver si sabía que había pasado. Nos dolía todo y notamos dos pequeñas cortadas al lado de nuestros cuellos. Pasado un tiempo eterno, oímos voces afuera de la celda y una dijo: “Voltéense a la pared” Entraron y nos volvieron a vendar los ojos y nos ayudaron a sentarnos. Y sin aviso nos dicen: ¿Saben lo qué pasó?” Yo dije no y Julia creo, movió su cabeza en forma de negativa. ¿Cuánto tiempo tienen por aquí?” “Como cerca de un mes” dije. “Tienen suerte” y después de una pausa: “Hubo varias detonaciones nucleares en su continente por lo que todas las zonas urbanas y la mayoría de las rurales están contaminadas” “Prácticamente todo está inhabitable” en forma categórica. Julia empezó a llorar inmediatamente y yo del miedo pasé al pavor. “Todo lo que logró sobrevivir estará muerto en un par de semanas, incluyendo a la gente” sellando lo terrible. Julia no dejaba de llorar y yo empecé a vomitar. Los militares fríos como sus voces, dejaron que mentalmente intentáramos deglutir lo absoluto de la noticia. ¿Pero qué pasó?!” dije desesperado en un intento de entender lo sucedido. “No sabemos” y sigue: “Para cuando nos dimos cuenta ya era muy tarde” como lamentándose. ¿Pero y ustedes?!” presioné. “Nosotros venimos a ayudar” otra vez en forma categórica. E inmediatamente y sin preámbulos dice: “Venimos de otra galaxia o dimensión para que se entienda mejor” confesándose. Ahí es cuando Julia perdió el conocimiento y yo quedé estupefacto. Y siguió hablando como dando las últimas instrucciones: “Lo del cuello es un detector de radiación que vamos a monitorear” pausa. “Y si llega a niveles de peligro, regresamos por ustedes” terminó. ¿Entonces, se acabó el mundo?!” dije incrédulo. “No” dice. “Ustedes lo destruyeron” acusó. “Dios mío que ha pasado” lamenté. “Pasó lo que ya se sabía que algún día iba a pasar” reflexionó. Yo, queriendo contrarrestar lo increíble de lo que estaba sucediendo ,empecé a balbucear cosas místicas sin sentido. Por lo que el interlocutor dice: “Ni se moleste, que sus dioses siempre hemos sido nosotros” como si fuera una verdad inescapable. Parte que Julia no alcanzó a oír, al estarse despertando del desmayo y solo para empezar a vomitar como yo lo había hecho. “Les vamos a dejar instrucciones de riego, siembra, semillas etc.” “Así como víveres y un mapa de pozos naturales de agua sin contaminación” Después de una larga pausa finaliza con una voz ya metálica: “Y no se quiten las vendas hasta que nos hayamos ido, de otra forma pueden quedar ciegos” entre sentencia y despedida. Después del estruendo y temblor local, nos quitamos las vendas y salimos de un sótano clandestino que se encontraba debajo de la casa de la abuela. Julia empezó a rezar fervorosamente en forma inmediata. Yo me acordé que tenía una radio de onda corta en mi carro, por lo que rápidamente fui a prenderlo. Pero todo era estática. Por lo que me regresé a la casa para buscar las instrucciones para la supervivencia y encontré signos raros en algunas partes de las hojas como de plástico. Además Julia me dijo que había algo que parecía como una batería en el patio de atrás que resultó precisamente eso. En eso Julia empezó a gritar y llorar al ver a Coco que regresaba a lo lejos. Y así como la abuela, quedé con la mirada perdida en el tiempo. La Fin Du Monde

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