Diego Martín Velázquez Caballero
Desde 1994 el Presidente de la república está sujeto a reglas claras sobre la sucesión dentro de su instituto político, es decir, la designación del candidato que pretende extender el dominio de una administración partidista; sin embargo, uno de los mitos más vigentes en nuestro país es el Tapadismo, o sea, la idea de que el Presidente elige un sucesor en el candidato de su organización: el sucesor, que prepara con gran cuidado, y que ocupa el pensamiento de los comentaristas, quienes lo describen de forma genérica ante su invisibilidad. Este juego político complica las cosas y constituye una señal de todo lo que hace falta para tener una cultura política cívica.
Una vez que llegó la alternancia en México, la práctica del tapadismo ha sido una tentación también para el PAN y ahora para Morena. Para este partido la esperanza de imponer al sucesor, o sucesora, parece tambalearse ante el desgaste de la lucha interna, que comienza a percibirse en los resultados gubernamentales y su corrupción con el clientelismo político.
Para algunos grupos resulta más que evidente tanto el fracaso de la candidatura de Claudia Sheinbaum como la aparición espectacular de Adán Augusto López, originario del Tabasco, al igual que el Presidente, y miembro de una familia vinculada al poder. La jefa de gobierno y sus aspiraciones presidenciales, por su parte, comienzan a disminuir gracias a su administración errática como Jefa de gobierno de la CDMX y la falta de independencia política frente a los ataques mediáticos de la oposición.
Adán Augusto, como otros secretarios de gobernación que han alcanzado la Primera magistratura del país, ha comenzado a gobernar anticipadamente, con la venia del ejecutivo, en muchos asuntos y con pocas críticas en su haber, salvo las reiteradas provocaciones de un hermano del Presidente, que insiste en apoyar a Sheinbaum.
Una cultura autoritaria tiende a rendir tributo a los dirigentes fuertes que consiguen sus objetivos aunque se equivoquen, actuando con prontitud definiendo objetivos específicos. Es así como se entiende el comportamiento del secretario de gobierno, quien comprende bien el papel de ser el sujeto más cercano a AMLO.
El Presidente no tendrá otra opción que dejar pasar a quien ha desarrollado los mecanismos de la gobernabilidad. Pero esta conducta no siempre ha sido un reflejo de las ideas de la Cuarta Transformación, de las cuales Adán Augusto López parece estar más alejado que Marcelo Ebrard y, quizá por ello, el secretario de gobernación cautiva y cultiva los afectos de los opositores a AMLO. En todo caso, Adán Augusto será el aspirante más práctico y en algunos momentos el más racional de los prospectos a pesar del progresismo.
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