Nuestra lejanía constitucional
- fermarcs779
- 6 days ago
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Raúl Arroyo
En muchas opiniones de procedencia diversa, la Constitución General de la República ha dejado de ser la promulgada en 1917, su texto no solo es otro diferente, hay algo más importante: el proyecto nacional se ha pervertido a fuerza de reforma tras reforma, principalmente a partir de los años setentas-ochentas del siglo pasado, hasta sumar cientos.
El fondo de la preocupación generada por esa fiebre reformadora, basada en la creencia de incluir lo importante en, y solo en la ley suprema, como vía para asegurar su cumplimiento; está en la atrofia del sistema constitucional al grado no solo de la contradicción en su articulado, sino algo peor: la distorsión del modelo histórico refrendado sucesivamente en los diferentes textos supremos vigentes a lo largo de los más de dos siglos de vida independiente.
Súmese otro factor de desasosiego: la premura reformista como si de situaciones fatales se tratara, evidenciada por los vacuos argumentos de las iniciativas, el desdén por la discusión y el apresuramiento de las aprobaciones en los órganos legislativos. La más reciente para modificar la fecha del proceso de revocación del mandato presidencial, es ejemplo nítido de ofertas atropelladas en el procedimiento y más allá, en la ignorancia del contexto.
Con esas formas, el resultado visible fue la contaminación inmediata y consecuente freno del proceso legislativo anunciado, con todas las implicaciones en el ambiente público, la alteración de los equilibrios gubernamentales y partidarios, y el desgaste político para quienes asumieron la autoría de algo probablemente benéfico para la institución presidencial.
El hecho confirma, además, otra condición tantas veces vista: una ciudadanía lejana a pesar de ser en quien impactarán directamente las disposiciones, contrastante con el robusto debate en los medios; aun tratándose de reformas constitucionales de gran calado como la reciente al Poder Judicial, o legales de afectación directa a la población, las recién aprobadas para la Ley de Amparo por ejemplo.
Con mirada diferente a la de la abogacía – es politólogo y economista – José Luis Sabau aborda el tema en su reciente libro Los Constitucionalistas (UBIJUS, 2025), aceptando en el prólogo la dolencia de admitir a nuestra Constitución viviendo en una oscuridad diurna, “por más contrario que esto suene”. Advierte no ser el caso para expertos o fanáticos; pero si para el pueblo general, no obstante –observa – la posibilidad de “comprarse una copia de ella en cualquier librería o descargarse, de manera gratuita, por medio de internet”, lo cual no impide ignorarla y dejarla en “manos exclusivas de abogados y políticos.”
El también maestro en estudios latinoamericanos atribuye esa falta mayoritaria de interés en conocer la normativa constitucional, a la extensión del texto largo y aburrido en muchas de sus páginas, hasta evadirlo. De ahí su metáfora: “Nuestra Constitución se nos ha perdido. La alumbra la luz del día pero vive en las penumbras.”
En una veintena de ensayos, Sabau aborda una temática diversa en torno al contenido de nuestra ley fundamental, creando un panorama de crítica y propuestas con el objetivo de acercarla a la gran masa social. En el denominado Bosquejo de vicios y virtudes, compara la actitud nacional con la de nuestros vecinos del norte: carecemos del mismo culto institucional de
ellos, dice, y subraya, “en el culto a la Constitución no somos como los Estados Unidos. Cambiar nuestras leyes es el pan de cada día.”
En esa óptica, el autor observa un país, el nuestro, plagado de mitos, en contraste con otros de obsesión legal e ideológica, de la cual carecemos, pues nuestros muros, sentencia, no son los de la ley.






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