Samuel Schmidt
Para los psicoanalistas todas las palabras son importantes, las que se dicen y las que no se dicen, porque ocultar palabras también tiene significado; yo agregaría que también tiene que ver la forma como se dicen y el contexto de lo que se dice.
El humor aborda esto con el chiste de un presidente de la república que manda a un enviado para avisarle a un amigo que no había quedado como diputado. Regresando el enviado el presidente le pidió un reporte.
- ¿Quiere usted en verdad que le diga lo que me dijo?
- Claro con todas sus palabras.
- Que vaya usted a chingar a su madre.
- ¿Esto te dijo?
- Si señor
- ¿Pero cómo te lo dijo?
Hay muchos chistes sobre qué, cuándo y cómo se dice algo, esos matices generan conflictos personales y dichos en contextos mayores, pueden generar conflictos de gran envergadura.
Luis Echeverría en su búsqueda por liderar el tercer mundo, viajó al Medio Oriente, una región de poca significación económica o política para México y se metió entre las patas de los caballos; comparó a Yasser Arafat con Benito Juárez y se abrazó con el antes de viajar a Israel; después la delegación Mexicana al año internacional de la mujer que se celebraba en México, presidida por un funcionario mexicano de muy alto nivel, aprueba la resolución de que Sionismo es racismo, una palabra con significado muy duro para los judíos. México en lugar de corregir esa barbaridad la ratifica en la ONU. Esas palabras se encontraron con la molestia del gobierno de Estados Unidos y con la de algunas instituciones judías en ese país, lo que se tradujo entre otras en un boicot turístico que provocó ir a solicitar una disculpa vergonzosa.
López Obrador dentro de su política de “peace and love” se abstiene de condenar el ataque terrorista (pogromo) de Hamas el 7 de octubre y declara la neutralidad y hace un llamado a la paz sobre la tierra para a los hombres de buena voluntad, ese no es su lenguaje, pero posiblemente lo tiene en mente cuando evade comprometerse con las partes. Desde el punto geopolítico parece adecuado mantener una postura de “neutralidad” ya que México no tiene nada que ganar y tal vez si mucho que perder al involucrarse en un proceso que no entiende y no lo involucra.
Pero de repente el gobierno se entrampa con las palabras, y califica la barbarie del 7 de octubre como los hechos de los militantes de Hamas, en contra del consenso en el mundo que ha calificado a ese grupo como terrorista. Se alinea con gobernantes abiertamente judeofobos como Boric de Chile para pedirle a la corte internacional que investigue los crímenes en Gaza a partir del 7 de octubre siguiendo la demanda de Sudáfrica que responde a los intereses de Irán y Hamas.
El amor y paz de AMLO deja fuera la barbarie medieval de Hamas, la violación hasta el asesinato de mujeres, los bebes decapitados, los miles de misiles enviados por Hamas contra civiles israelíes y por supuesto que ni por asomo se refiere a los secuestrados que están siendo torturados y sobreviven en condiciones infrahumanas, tienen a un bebe, si no es que lo han asesinado como a otros rehenes, que cumplió un año en cautiverio.
Reconocer a Hamas como militantes significa legitimar el pogromo del 7 de octubre que quemó a familias completas e implica aceptar las acciones terroristas cotidianas como actividades de militancia.
El conflicto de Medio Oriente es en extremo complejo y no se puede abordar con actitudes simplistas. Es un conflicto religioso y geopolítico que tiene implicaciones mundiales, como el bloqueo del Mar Rojo por los terroristas Hutis influidos por Irán que afecta al comercio mundial, el desplazamiento de tropas rusas e iraníes a Siria y la intervención de Irán en Gaza, Líbano, Yemen, Paquistán y la Autoridad Palestina.
Tal vez AMLO sintió necesidad de alinearse con esa izquierda judeofoba donde militan Boric, Petro, Maduro que no terminan de gobernar bien sus países y buscan legitimarse a partir de encontrar “enemigos” externos; pero compromete la postura internacional de México con el riesgo de meterse en un lado de la historia que puede ser costoso para el país y que además no le retribuye ninguna ganancia.
Un estadista es el que se promueve el bienestar de su país y optimistamente, el bien de la humanidad, por encima de sus fobias y filias.
En el conflicto de Medio Oriente dominan las fobias y falta desarrollar un enfoque que se aleje como dice Dror, de ser un riesgo para la humanidad, ojalá surjan las voces sensatas que requiere el mundo.
@shmil50
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