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Perdidos en su laberinto

Diario de un reportero


Miguel Molina


Creo que solamente los inocentes o los maliciosos pueden pensar que el atentado del lunes contra Ciro Gómez Leyva fue para desprestigiar al gobierno de México.


Creo que solamente los inocentes y los maliciosos pueden pensar que el atentado fue obra de intereses que se oponen al proyecto político de transformación de Andrés Manuel López Obrador y buscan afectar su imagen y responsabilizarlo por represor.


También creo – como muchos otros – que el presidente no ordenó el ataque contra el periodista, pero su discurso diario, ofensivo y difamatorio contra la prensa que no piensa como él pudo haber contribuido a que otros hayan pensado que sería una buena idea deshacerse de alguien que no está de acuerdo con López Obrador.

El argumento del presidente es revelador: "¿Antes se atrevían a insultar a Peña? ¿A Calderón?" (...)


Pero ni Peña Nieto ni Calderón dedicaron cuatro años a insultar y difamar todas las mañanas a la prensa que reveló el origen de la Casa Blanca y documentó la

Estafa Maestra y los sobornos de Odebrecht con hechos y sin calificativos. El respeto se gana respetando.


En todo caso, estamos como al principio. Para López Obrador, todo aquel que se opone a su gobierno es un conservador, lo que equivale en el discurso presidencial a algo naturalmente malo. Pero ser conservador no es delito, ni los conservadores son traidores, porque traiciona quien no cumple con la confianza depositada en él (o en ella).


La patria no es de nadie porque es de todos, aunque el discurso oficial divida al país en ellos los ricos y nosotros los pobres, con todos los riesgos políticos y sociales que eso implica. El presidente sigue perdido – y nosotros con él – en el laberinto de palabras que él mismo construyó, y eso no sirve para unir a los mexicanos ni a nadie en torno a una forma de ver al país. La culpa no es de los conservadores.


Nuevo agravio presupuestal

Después de un ir y venir marcado por la desinformación y la prepotencia, el Congreso de Veracruz aprobó – se entiende que por instrucciones del gobernador – un presupuesto que recorta unos tres mil millones de pesos a la Universidad Veracruzana.


La cifra, gracias a la creatividad contable, es incierta porque incluye fondos federales – que por definición no aporta el estado – y es triste porque implica que el Ejecutivo y el Legislativo violentaron la Constitución estatal, como ya se ha mostrado más de una vez.


El Consejo General Universitario aceptó la oferta de doscientos cincuenta millones de pesos que tal vez reciba en dos pagos el año que viene, si es que recibe algo. Y ya. Nadie mencionó que la acción colectiva es estratégica y necesaria para el cambio de régimen, como sostenía el doctor Martín Aguilar Sánchez a principios del año pasado, ni los movimientos sociales ni la acción colectiva están presentes casi permanentemente.


La comunidad universitaria no está en las calles. Y como hay vacaciones, la capacidad de indignación y de acción colectiva de los estudiantes y los trabajadores ante este nuevo despojo oficial tendrá que esperar a enero, cuando ya todo esté consumado.


Desde el balcón

Este miércoles es el día más corto de un año que se ha hecho muy largo. El sol que alumbró la tarde sin calentar agoniza más allá de los árboles del asilo de ancianos, y la malta apenas alcanza para alejar el frío, aplacar la curiosidad, y adivinar en el crepúsculo el punto luminoso de Venus, que por ahí anda.


Uno alza la copa – que en realidad es un vasito para tomar café – y brinda por lo que fue y lo que será, y para que todo sea leve. Con la copa vacía en la mano se levanta uno, entra en la sala y se va de vacaciones hasta enero. Felices fiestas. O no.

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