Es común escuchar que la gente no puede rehusarse a una invitación presidencial, ya sea para trabajar en su gobierno y en ocasiones hasta para cosas que bordean en lo poco ético e ilegal.
Por eso llama la atención la negativa de dos empresas farmacéuticas para asistir a una cumbre de vacunas convocadas por el todavía presidente Donald Trump.
Una de las empresas le recriminó al gobierno de Estados Unidos que no le haya comprado vacunas en el verano y les aclaró que ahora ya no tiene más para vender porque tiene compromisos en otros países.
Lo cierto es que poco a poco Trump irá notando lo que implica el concepto “pato cojo” y que se refiere a un presidente –u otros funcionarios electos- que perdió la elección y solamente tiene que cumplir los días para abandonar el puesto.
Las filas republicanas están abandonando a Trump y se niegan a seguir sus órdenes por ejemplo para echar abajo la elección presidencial.
Y ni siquiera los ejecutivos de las farmacéuticas le dan el honor de ponerse la medalla por la elaboración de la vacuna, la que en realidad le corresponde a los científicos que con premura, tal vez serendipica, lograron trabajar la naturaleza del virus y producir una vacuna en tiempo record.
¿Acaso la ciencia le ganó a la política?
O la política le ha ganado a un personaje funesto que quiere el poder para su beneficio personal indistintamente del daño que produzca.
Por lo pronto, Trump cojeará hasta el 20 de enero, aunque dentro de su cojera tratará de hacer mucho daño de salida para comprometer la gestión del que osó derrotarlo.
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