Diego Martín Velázquez Caballero
Ningún bateador consigue 500. Los planes cumplidos en un tercio pueden considerarse exitosos. Así debería contemplarse el sexenio que recién concluye. Será complicado que alguien llene los zapatos de López Obrador, pero la dinámica del país es sexenal y todo lo que inicia tiene un fin. El gobierno de Claudia Sheinbaum será diferente, no hay una diarquía ni una presidencia moral alternativa; el Jefe de Estado y Comandante Supremo de las Fuerzas Armadas es sólo una persona.
López Obrador fortaleció la presidencia y zarandeó los feudos que confrontan al sistema político mexicano; pero no los pudo derrumbar. Ganó por decisión unánime, aunque los señores feudales se quedan.
El estilo presidencial de gobernar se recuperó con la figura de un líder carismático, tenaz y obstinado; al pie del pueblo. La principal herencia de AMLO para Claudia Sheinbaum radica en la capacidad de gobernar apoyado por las fuerzas vivas, la marea de la energía popular que brinda un escudo protector histórico. Depende de la próxima titular del Poder Ejecutivo Federal ocupar y extender esa herencia, acomodarse en el apoyo de las masas para alinear los poderes fácticos e institucionalizar el poder estatal.
El triunfo de AMLO sobre el neoliberalismo será relatado como una epopeya, le peje a quien le peje. Reunió la fuerza de millones en un corazón, se impusieron las emociones y, a diferencia de Vicente Fox, gobernó para el pueblo, la raza, los hijos de Jesús Sánchez, los hijos de Eva desterrados del paraíso neoliberal, los morenos –nada más y nada menos-.
Queda un Estado reconfigurado, fortalecido, militarizado; no obstante, sus enemigos siguen vivos y fortificados. El compromiso de Claudia Sheinbaum es fomentar una presidencia de la república que continúe la acción social y el humanismo; hace falta mucho más. Los problemas de México se multiplican. Morena tiene mucho trabajo si aspira a constituirse en el Partido Evolucionista Definitivo de México, no se observan en ninguno de sus cuadros las intenciones y capacidades para conseguirlo; quizá es lo mejor.
El primero de octubre comienza otra historia, el poderoso López Obrador se ha terminado. Su figura quedará prisionera entre Echeverría, López Portillo y también Lázaro Cárdenas. No fue un estadista, aunque nadie puede negar sus credenciales nacionalistas. El lopezobradorismo quedará reducido a una facción de la izquierda progresista, su caudillo se retira para respeto de la república mexicana; deja profundas lecciones para sus contendientes, opositores y enemigos, también a sus colaboradores: con el pueblo todo, sin el pueblo nada. Los Feudos y Poderes Fácticos deben apreciar esta experiencia para sincronizar su hegemonía en la parcela nacional.
Comments