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Refundación vertical

  • fermarcs779
  • Oct 26
  • 4 min read

Diario de un reportero 

 

Miguel Molina 

 

Ochenta y seis años después de su fundación, el Partido Acción Nacional se dio cuenta de que ya no servía de mucho como oposición – y de que no sirvió de mucho como gobierno – y anunció que se iba a refundar. Y eso hizo. Pero fue un ejercicio de mercadotecnia. 

No hubo autocrítica, no hubo reflexión, no hubo análisis, no hubo diálogo, no hubo mucho de nada. Lo que presentó el nuevo PAN fue un logotipo más o menos diferente del que tenía, algunas reglas nuevas, y ya. Quienes relanzaron al partido son los que perdieron las elecciones  de hace siete años. No hay caras nuevas, no hay ideas nuevas. 

Lo que ofrecen es un eslogan – Patria, Familia, Libertad – que recuerda al franquismo en España y a los fascistas de Italia, y acerca al partido a las ideas de Bolsonaro y de Milei, pero que al parecer no pasa de ser una tercia de palabras sin un sentido concreto.  

El nuevo PAN también ofrece abandonar las alianzas electorales que no rindieron fruto alguno pero sirvieron para que se viera y se entendiera su impotencia política. Sus escarceos con el PRI y con el difunto PRD solamente exhibieron la pobreza ideológica de quienes dirigían al partido. 

Aunque por ahora gobierna Chihuahua, Guanajuato, Querétaro y Aguascalientes, y tiene más de doscientos cincuenta presidentes municipales, setenta y un diputados federales (así como poco más de doscientos diputados locales) y veintiún senadores, Acción Nacional pasó de ser partido en el gobierno a principios de siglo a ser una fuerza política sin fuerza en nuestros días. 

En todo caso, la refundación fue un ejercicio vertical, dictado desde la cúpula, sin participación de los militantes. No sabemos qué tipo de partido quieren, no sabemos si están de acuerdo con el eslogan facho que propuso la dirigencia, no sabemos qué piensa la base. No sabemos muchas cosas. 

Lo que sabemos es lo que dice la Constitución, cuyo artículo cuarenta y uno establece que los partidos tienen como fin promover la participación del pueblo en la vida democrática, algo que nadie toma en cuenta porque no hay vida democrática. 

 

Pero no solo el PAN 

Parece que llegó la hora de que las organizaciones políticas, en el poder y en la oposición, se miren a sí mismas y reflexionen sobre el significado de la política en nuestro país, comenzando por el partido que gobierna. 

Si nos atenemos a las cifras, sesenta de cada cien mexicanos votaron, y poco más de la mitad de esos sesenta – treinta y cinco millones – votó por Claudia Sheinbaum para presidenta. Y la señora no parece haberse dado cuenta de que es la presidenta de todos los mexicanos y no solamente de los morenistas, como se dará cuenta quien oiga su discurso en las mañaneras. 

Como el que estuvo en la presidencia antes que ella, la señora piensa que quien no está de acuerdo con lo que dice y lo que piensa y lo que hace no es buen mexicano, es neoliberal, conservador, despreciable, traidor a la patria. Pero no la eligieron para ser la presidenta de los morenistas... 

Lo mismo se puede decir de la gobernadora de Veracruz, Rocío Nahle, quien recientemente declaró que no piensa dejar el cargo – pese a que hay voces que piden que lo haga – porque no está "para darle gusto ni contentillo a los opositores... Mi encargo es velar y cuidar por el bien de los veracruzanos". 

Uno entiende que la gobernadora considera que los opositores no son veracruzanos ni tienen derecho a expresar sus opiniones. Pero Nahle obtuvo dos millones ciento veinticuatro mil ciento treinta votos de un total de seis millones ochenta mil quinientos nueve votantes registrados. Es decir, casi cuatro millones de veracruzanos no votaron por ella. 

Tanto la señora Sheinbaum como la señora Nahle ganaron por mayoría de votos ante sus rivales, pero los votos que les dieron el triunfo no representan a la mayoría de los mexicanos, lo que habría que entender que sus mandatos están acotados. Ni la presidenta ni la gobernadora son dueñas del país ni del estado. 

Sus gobiernos pueden ser legítimos pero no son absolutos. Y tendrían que reflexionar sobre eso antes de seguir descalificando a quienes no están de acuerdo con ellas. México y Veracruz son más que los militantes de Morena. 

 

Desde el balcón 

Uno mira la lluvia de hojas amarillas que vuelan en la brisa de octubre, y hace bailar la malta en la copa, y siente la humedad que envuelve la tarde en silencio y cala huesos que ya no están para filigranas. El otoño es así. El cielo es gris, la malta es tibia. 

Uno piensa en el PRI – nadie es perfecto ni está a salvo de los vaivenes de la memoria – y evoca los tiempos de la dictadura perfecta. El partido de entonces, que muchos pensaron todopoderoso y eterno, está convertido en la sombra de lo que fue, en manos de un grupo que ha fracturado a la organización y alienado a muchos militantes y votantes. 

Y las hojas se caen de amarillas, y el otoño avanza. 


 
 
 

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