Diario de un reportero
Miguel Molina
Entonces vino el ingeniero Cuitláhuac García Jiménez, que en los ratos que le quedan libres en su trabajo como gobernador de Veracruz organiza marchas de protesta contra la Suprema Corte de Justicia de la Nación y sus integrantes, y declaró sin titubeos y sin pruebas que hay jueces que desde lo oscurito se arreglan, se hacen de dinero y le dan en la torre a la gente que busca justicia.
Y dijo más. Aseguró que los jueces encubren a los presuntos violadores de la Ley otorgándoles amparos mediante "recursos legaloides" olvidando que en el Derecho hay un principio superior en favor de las víctimas.
El ingeniero hablaba de dos jueces federales a quienes acusa de encubrir actos ilegales en la construcción de la Torre Centro en el puerto de Veracruz, pero nunca mencionó cuáles fueron esos actos ilegales, ni mucho menos dijo quiénes son las víctimas en este caso. Los jueces son culpables simplemente porque eso cree y eso dice el mandatario.
Lo preocupante es oír que el gobernador, como el presidente Andrés Manuel López Obrador, piensa que la Suprema Corte debería aceptar las decisiones de los poderes Ejecutivo y Legislativo porque la legitimidad de estos emana del voto directo y universal del pueblo.
No es así. La Suprema Corte no tiene por qué tomar en cuenta a las mayorías políticas ni a la opinión pública, ni hay razones para que obedezca los deseos presidenciales ni acate decisiones políticas, como bien dijo Norma Piña, la presidenta de la Suprema Corte: No debemos confundir legitimación con popularidad.
Lo importante es distinguir entre la necesaria legitimación social que requieren las instituciones públicas, y el uso de las instituciones públicas como un medio para obtener aprobación social.
Pero tampoco hay mucho de nada en Veracruz. La supuesta corrupción de la Suprema Corte no tiene que ver con la Torre Centro. Si tuvieran pruebas las habría mostrado desde hace rato. Aquí y allá. Pero parece que no tienen ni una cosa ni otra.
El impuesto al impuesto
Lo que no se puede explicar es la queja de algunos hoteleros molestos porque el área de recaudación de la secretaría de Finanzas y Planeación de Veracruz está cobrando dos veces el impuesto al hospedaje, y nadie les dice por qué.
Según Marcos Suárez Domínguez, fundador de la Unión de Empresarios y Hoteleros, la secretaría insiste en que los empresarios deben aunque se presenten comprobantes de pago, y cuando se piden explicaciones "te pasan de un lado a otro, te siguen dando largas, tú sigues mandando tus comprobantes, pero están muy puntuales de que debes, debes, debes, cuando la realidad es otra".
No es poca cosa. El gobierno de Veracruz espera recaudar cuarenta y tres mil trescientos tres millones doscientos sesenta y ocho mil pesos en este año fiscal. Si se multiplica por dos la cifra, queda algo para campañas y cosas así. O tal vez no. Unidos todos.
Marisa
Conocí a Marisa Paseiro a mediados de los setenta en la Escuela para Estudiantes Extranjeros, con Saúl Pabello, Lorenzo Arduengo, Bertha Ladrón de Guevara. Nunca la vi de malas. Nos encontramos por última vez hace algunos años en una oficina de licencias de manejo en Xalapa, aunque nos comunicábamos de vez en cuando por las redes sociales.
Hace un par de semanas quedamos de encontrarnos algún día para comer algo en algún lugar de Galicia o de Asturias, y esta semana me sorprendió la noticia de su muerte, porque nunca se me ocurrió que alguien como ella dejara de vivir. Descansa en paz, Marisa. Aunque nadie lo supo, las cocinas del mundo se quedaron quietas un momento en tu memoria.
Desde el balcón
Uno sale a sentarse y llovizna. Es una cosa quieta e insistente que hace cantar las hojas de los árboles mientras uno escucha malta en mano. Al tercer trago sale el sol y alguien corta el pasto. Un vecino sin nombre pero con piano toca algo que podría ser Beethoven si estuviera más cerca. Hay una algarabía de pájaros. Ahí viene junio.
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