Raúl Arroyo
En su libro Expuestos, las nuevas reglas del mundo transparente (conecta,2019), el periodista y experto en comunicación Sergio Roitberg a tiempo explicó el fenómeno y riesgos de la exposición pública característica de nuestro tiempo:
“Hoy somos todos vulnerables. El acceso a la información es tan amplio y abierto que cualquiera puede sacarle a otro los trapitos al sol. Estamos todos expuestos en una gran vidriera. Nuestro activo más importante, la reputación, está en jaque constante.”
Por marco conceptual, Roitberg planteó el Pensamiento Orbital como la herramienta para describir esa realidad, resumida como una alteración al equilibrio de poder entre las personas, y propuso el concepto de Propósito Compartido, la conjugación del interés particular con el colectivo.
Completó su propuesta con el llamando a observar cuatro reglas de este nuevo orden mundial: velocidad, transparencia, colaboración y conciencia social.
Detalló: “…vivimos en la era de las fake news, un mundo posterior a la verdad, en el que quien logra encender primero la conversación en los medios sociales (y por lo tanto en los medios tradicionales, porque estos cada vez más se hacen eco de lo que pasa en el mundo virtual) puede instalar su narrativa en la sociedad.
“En la era de la posverdad, ya no importa si lo que ataca nuestra reputación es cierto o no. Una bomba en el lugar más concurrido de una ciudad vulnera tanto la reputación de las autoridades encargadas de la seguridad como una denuncia por corrupción que esté lejos de apoyarse en pruebas. Poco importa si se trata de rumores o de asuntos comprobados. Poco interesa si el acusado actuó dentro de la ley o no.”
Vivimos, observa, en una aldea donde todo se cuenta y todo se sabe, no hay denuncia inocultable, ni manera de tapar los ojos ni lo oídos de nadie, mucho menos las voces, pues si alguien logra callar una, habrá cientos dispuestas a denunciar, y prenderá fuego como en un montón de paja seca.
Ante ello, advierte la inutilidad de apagar esos incendios, y la importancia de tener un Propósito Compartido con el entorno para activar la defensa de nuestra reputación:
“Hoy todos somos actores empoderados, ya no hay públicos pasivos que esperan ser impactados. Por eso la comunicación tal como la entendimos siempre es cosa del pasado. Ya no hay emisores que disparan un acto de comunicación y receptores que mansamente lo reciben. Hoy todos somos emisores y receptores al mismo tiempo, y somos parte de millones de conexiones simultáneas, durante las cuales compartimos intereses como, información, opiniones y modos de ver las cosas ¿Por qué entonces muchos siguen insistiendo en hacer las cosas como se hacían antes?”
Ante ello aconseja no reaccionar conforme a otras experiencias al enfrentar una experiencia parecida a una ya vivida, pues al enfrentar cambios tan radicales necesitamos desprendernos de esa tendencia. Lo que pasó, pasó, sentencia, y la actualidad no puede abordarse con herramientas del pasado sino con nuevas formas de hacer las cosas, inventando todo el tiempo para superar la inseguridad y la vulnerabilidad de salir de los lugares conocidos.
“Pero la realidad nos devuelve a nuestro actual futuro-presente. Vamos y venimos, y no avanzamos en los cambios estructurales que tenemos que hacer. Pero así no se puede. Si seguimos atrincherados, nos va a pasar el tren bala por encima.
“Hoy hay tantas probabilidades de tener éxito como de fracasar. Por eso, en este mundo en el que ya no hay públicos pasivos y somos todos actores empoderados, en un entorno transparente en el que todo lo que hacemos y decimos da la vuelta al mundo instantáneamente, lo único que nos queda es aceptar que estamos expuestos en una vidriera y mostrarnos tal como somos, conectando con los demás a través de un Propósito Compartido.”
En efecto, igual observaremos hoy el eclipse, anoche vimos un debate político de trascendencia, antes el asalto policial a una de nuestras embajadas, y comportamientos de personas cercanas a la clase política. Ante cada hecho, las reacciones diferenciadas.
Si, como apunta el autor, vivimos una permanente exhibición a fuerzas extraordinariamente disruptivas, y la reputación es uno de nuestros activos más valiosos, susceptible de destruirse en un abrir y cerrar de ojos, la presencia socialmente notoria implica autocontroles.
En tiempo de riesgos para el Poder Judicial, quienes ahí servimos debemos fortalecer la respetabilidad de nuestros comportamientos público y privado. De otra suerte la fragilidad impacta a las instituciones y erosiona al Estado democrático de derecho.
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