Diego Martín Velázquez Caballero
El ataque de Hamas a Israel se despliega a partir de una estrategia terrorista que no puede evidenciarse sino como injusta e indigna. El terrorismo usa la ideología fundamentalista para apropiarse de la identidad de un pueblo, pero su único camino es la violencia y el abuso. Durante los albores del siglo XXI el terrorismo se asoció con el fundamentalismo musulmán, Samuel Huntington y John Gray advirtieron que constituía un elemento singular del choque de civilizaciones y el fracaso de la modernidad. A punto de cumplir el primer cuarto de la presente centuria, resulta amargo que estos académicos hayan acertado, porque la crisis de los valores occidentales es más grave de los que se pensaba. El problema de la asimilación es real, pero la amenaza mayor radica en el impacto y justificación que la modernidad no ha podido conseguir.
Durante el siglo pasado, el terrible ámbito de la guerra se relacionaba con el derecho internacional para que las diferencias radicales entre naciones o estados no afectaran a terceros y, principalmente, no se dañara a la población civil. La barbarie de la Segunda Guerra Mundial constituye el principal referente de la maldad humana que debe conjurarse y los organismos internacionales buscaron afirmar el derecho para que las conflagraciones guardaran una debida proporción. El terrorismo anula todo ello.
El terrorismo de Hamas generó perplejidad en la mayor parte del mundo, pero también homologación por parte de grupos que se identifican con sus acciones y causas. Entre estos pueden destacarse aquellos que promueven la narcocultura en México. En efecto, terrorismo y narcotráfico pueden coincidir, el narcoterrorismo en nuestro país ha alcanzado niveles desproporcionados y la comparación con el fundamentalismo árabe no resulta extravagante. La homologación implica una explicación, una asunción de valores. El terrorismo es abusivo, así lo cometa Hamas o los grupos de la narcodelincuencia mexicana.
Acciones similares a las desarrolladas por Hamas son comunes en varios espacios donde actúan los narcoterroristas mexicanos. La fuerza de los grupos armados, la impunidad momentánea e insuperable, el abuso que sólo reprime y agrede, la aplastante justificación irracional. Quienes identifican a Hamas con el evento del Culiacanazo simplemente se reconocen.
Este tipo de hechos son representativos de una corriente de pensamiento que ha dado en llamarse “Liberalismo Salvaje”. En México, algunos grupos de libertarios anarquistas proponen y admiran este tipo de acracia. El caso más próximo puede ser el candidato argentino presidencial Javier Milei y su anarcocapitalismo –con bastantes simpatizantes en la clase media mexicana de derechas-. Una ultraderecha pronazi festina con Hamas, pero olvidan que la filosofía de la ariosofía llevó la perspectiva estatista hasta el totalitarismo.
El Estado israelí tiene la justificada responsabilidad de proteger a su población y emplear los medios necesarios para conseguirlo. A pesar de todo, Israel ha sido responsable con el mundo árabe y nadie puede decir que ha faltado voluntad para buscar la paz. El problema viene a ser la justificación de una libertad sin sentido, sin responsabilidad alguna para confrontar el orden público, para destruir la vida de las personas ordinarias y sencillas. La situación de Israel muestra la importancia y necesidad de la construcción de la sociedad política, del papel del Estado, que regule la incertidumbre y contribuya al bienestar de las personas. Las sociedades requieren estructurar sus Estados y las relaciones internaciones, cada vez más, implican la necesidad de organismos internaciones y derechos que se respeten.
Estos últimos años han presenciado una serie de conflictos frente a los cuales la acción inmediata del Estado ha salvado a los colectivos humanos en diferentes países. El Estado como garante del orden público y actor primordial de las relaciones internacionales, recupera su papel e importancia. Es el monstruo para espantar a otros monstruos.
Diversos grupos ácratas y actores imperialistas pueden haber influido, como lo hicieron en el pasado, para generar el conflicto entre Hamas e Israel dentro de un área geográfica que también constituye el escenario de disputas imperialistas y guerras civilizatorias. A diferencia de los estados secuestrados por el terrorismo musulmán y el poder invisible, la fuerza del Estado de Israel tratará efectivamente de demoler la conspiración de que fue objeto.
De cualquier modo, es fundamental replantear los debates del liberalismo político para dejar de dogmatizarlo y emplearlo para justificar casi cualquier cosa o tipo de acción. Ninguna modalidad de liberalismo salvaje encuentra justificación, hay terroristas y delincuentes que ponen en riesgo a los demás y el Estado tiene que confrontarlos. Si el Estado no cumple con sus funciones, o se distrae y los colectivos de la población civil quedan a disposición del estado de naturaleza, la humanidad enfrentaría, verdaderamente, su extinción.
Parece una idea trillada y anacrónica para los tiempos actuales, pero cuánta vigencia tiene y cuan urgente es implementarla para conjurar el cataclismo global.
Fortalecer al Estado, promover el derecho, la responsabilidad cívica y fiscal no parecen características de la cultura liberal; sin embargo, el verdadero liberalismo comienza por enfocarse en este tipo de elementos para desarrollar un Estado mínimo, aunque suficiente.
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