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Una vida plena y fecunda

Divagaciones de la Manzana


Martha Chapa

En estos días aciagos de inicio de año, empezamos también con la triste y dolorosa noticia del deceso de un brillante ingeniero y muy querido amigo: David Serur.

Lo conocí junto a su también talentosa esposa Jennie, hace ya unos 30 años en el ámbito del arte y la cultura. Desde ese momento, surgió una enorme simpatía entre nosotros y la amistad fue floreciendo con buenas e interminables cosechas hasta nuestros días.

De él, habría que decir que fue un ameritado profesional de la ingeniería mexicana, egresado de nuestra Alma Máter y que fue capaz de plasmar grandes ideas y obras de altos vuelos, especialmente con la introducción del concepto de los segundos pisos, en una ciudad como la nuestra tan llena de problemas y retos en materia de vialidades. Y así también, de grandes proyectos bien sea el Sistema Colectivo Metro o el Sistema de Drenaje Profundo, ambas obras de gran envergadura y trascendencia para la capital de los mexicanos. Al igual, edificaciones de gran dimensión y avanzadas tecnologías, como la Torre Libertad o el ST Regis, en pleno paseo de la Reforma, además de otros conjuntos urbanísticos en diversas ciudades del país y de Centroamérica misma. Y recordar igualmente su benemérita labor en Unicef o bien en los Patronatos de los Museos de la Memoria y la Tolerancia y de Antropología e Historia, respectivamente.

Un hombre que brindó a la vez su esfuerzo y talento en el campo de la cultura, como cuando estuvo al frente y presidió el Instituto Cultural México-Israel, donde por ciento recibí la honrosa invitación de montar una exposición representativa de mi obra plástica y de otras pinturas mías con motivos emblemáticos de la ancestral y maravillosa cultura judía. Una experiencia inolvidable que mucho me distinguió y enorgullece.

Tuve el gusto por igual de convivir con ellos, años después, junto con mi compañero Alejandro Ordorica, lo que vino a enriquecer y afianzar nuestros lazos amistosos. Por cierto, Lissette, la hija de Alejandro, que laboraba en ese entonces en el Gobierno del

Distrito Federal, coincidió en el trabajo junto con el ingeniero Serur durante los años en que se construyó el segundo piso y lo recuerda como un hombre extraordinariamente lúcido, respetuoso, sencillo, gentil y solidario, opinión generalizada entre todas y todos quienes conformaban el equipo de trabajo.

Como no recordar los encuentros en la casa de los Serur, siempre llenos de alegría, fraternidad, conversación inteligente y tantas gentilezas. Y desde luego, los generosos recitales de ópera y la contagiosa simpatía de la fabulosa Jennie, a la vez que de sus dotes de gastrónoma qué nos sorprendió cuando sirvió chiles en nogada al estilo judío, tan exquisitos como originales, al grado de que incorporamos su gran receta en nuestro libro del que somos coautores Alejandro y yo, sobre ese platillo icónico de la cocina mexicana, que lleva por título “Con sabor a patria”. Reuniones inolvidables e invaluables por la calidad humana de David y Jenny, incluidos sus destacados hijas e hijo.

Hoy, Alejandro y yo estamos consternados por tan lamentable deceso, aunque ciertos de qué su vida y su obra perdurarán siempre en nuestra memoria como también en los registros de las grandes contribuciones al urbanismo, la ingeniería y la cultura del país, que se multiplica a lo largo de la destacadísima trayectoria de David Serur.

Va por tanto nuestro pésame junto a un abrazo lleno de cariño, reconocimiento y admiración, extensivo a nuestra Jennie y su apreciable familia.

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