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Vargas Llosa en Semana Santa

  • fermarcs779
  • Apr 25
  • 3 min read

Raúl ARROYO

Intensa como fue su vida, pareciera haber escogido para concluirla una festividad de gran simbolismo religioso ajena a su ser agnóstico, desde su alejamiento de la religión después de ser un niño creyente, tras ser abusado por un religioso salesiano en el colegio donde estudiaba a los doce años, en Lima.

El Domingo de Ramos, inicio de la Semana Santa de 2025, quedará como el día final del fallido estudiante de Derecho, laureado escritor, controversial pensador y activista político, y protagonista de la prensa rosa.

Contrario a lo vivido durante casi nueve décadas, su tránsito fue discreto: el anuncio de su familia y la cremación para cerrar su ciclo terrenal, sin grandes homenajes corpore insepulto. Sí hubo múltiples y variadas expresiones, tantas como generan la admiración y la animadversión a un personaje de la talla de Mario Vargas Llosa, nacido peruano y nacionalizado español.

En México se actualizó su frase, tan descalificada, aplaudida e irritante, en el célebre Encuentro Vuelta: La experiencia de la Libertad, de 1990: “México es la dictadura perfecta”.

Me quedo con el recuerdo del fortuito encuentro con el último protagonista del Boom latinoamericano, marzo de 2000 a las puertas del Palace, en Madrid, donde esperaba un taxi con su esposa y yo, lamentando no llevar mi recién adquirido ejemplar de La fiesta del Chivo, para obtener un autógrafo en su entonces última novela, solo acerté a saludarlo y como un admirador mexicano. No recuerdo exactamente la respuesta, sí su amabilidad y la atención de extender su mano.

Más valiosas, unas líneas de los respectivos discursos por la recepción en dos espacios cumbre de su existencia, el Nobel, en 2010, y la Academia Francesa, en 2022.

“Como todas las épocas han tenido sus espantos, la nuestra es la de los fanáticos, la de los terroristas suicidas, antigua especie convencida de que matando se gana el paraíso, que la sangre de los inocentes lava las afrentas colectivas, corrige las injusticias e impone la verdad sobre las falsas creencias. Innumerables víctimas son inmoladas cada día en diversos lugares del mundo por quienes se sienten poseedores de verdades absolutas. Creíamos que, con el desplome de los imperios totalitarios, la convivencia, la paz, el pluralismo, los derechos humanos, se impondrían y el mundo dejaría atrás los holocaustos, genocidios, invasiones y guerras de exterminio. Nuevas formas de barbarie proliferan atizadas por el fanatismo. Defendamos la democracia liberal, que, con todas sus limitaciones, sigue significando el pluralismo político, la convivencia, la tolerancia, los derechos humanos, el respeto a la crítica, la legalidad, las elecciones libres, la alternancia en el poder, todo aquello que nos ha ido sacando de la vida feral y acercándonos – aunque nunca llegaremos a alcanzarla – a la hermosa y perfecta vida que finge la literatura.”(Navona, Barcelona, 2013)

“La vida debe ser como la de los libros: libertad plena y por igual, aunque los libros permitan algunos excesos que en la vida resultarían inadmisibles, particularmente en la violación de los derechos humanos, reconocidos por los gobiernos democráticos, aún si en muchos casos es solo de la boca para afuera. Lo que significa que hay que continuar luchando hasta que el mundo se parezca al mundo de la literatura, aunque sea sólo en el dominio de la libertad. Una libertad semejante a la que existe en los libros, para todos los seres vivientes, dentro de los límites que fija la ley.” (Un bárbaro en París, Alfaguara, 2023)

Y unas más íntimas en su retirada como escribidor: “El que dice la verdad y la defiende presta un servicio a sus lectores y a su tiempo.” (Piedra de Toque, El País 17/12/23)

 
 
 

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