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Violencia


Los llamados a la violencia y a subvertir el orden institucional deriva en confrontaciones que atentan contra la armonía y la democracia.

En esencia la toma del Capitolio en Washington y la toma del zócalo en la Ciudad de México tenían la misma finalidad: propiciar un golpe de Estado para forzar en un caso la continuidad ilegal de un presidente derrotado en las urnas y forzar la salida de un presidente electo por gran mayoría.

Incitar a la violencia, cualquiera que sea su grado, busca violentar el orden institucional y es por naturaleza anti democrático.

Que no se confunda esto con la protesta que es parte de las reglas del juego democrático.

Los ciudadanos pueden marchar, hacer plantones, bloquear vías de comunicación, que sin dejar de ser incómodas y violatorias de los derechos de otros, llaman la atención a la carencia de canales de demanda de la ciudadanía por parte de la política; pero debemos distanciarlas de las expresiones que intentan destruir a gobiernos electos.

La derecha mexicana ha bloqueado las iniciativas que ponen límites al poder presidencial, como el fin de la impunidad (fuero) y la revocación de mandato. Se niega a reforzar la capacidad social democrática en contra del poder, pero aplauden con rabia los intentos de deposición del presidente.

El camino de las urnas es primordial para normalizar el juego democrático, la demanda del momento es limitar y expulsar a la violencia, en todas sus formas.

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